Podía haberle pasado a cualquiera, y podía haber pasado en cualquier momento. Eso es lo que consideran algunos vecinos de La Villa, que saben que son muchos los que han intentado trepar a la famosa fuente de la Plaza de los Leones. ...
Podía haberle pasado a cualquiera, y podía haber pasado en cualquier momento. Eso es lo que consideran algunos vecinos de La Villa, que saben que son muchos los que han intentado trepar a la famosa fuente de la Plaza de los Leones. Incluso, en algunos casos, ellos mismos lo hicieron cuando eran pequeños, o les han visto hacerlo a sus hijos. Es lo que hacen los niños, desafiar al peligro.
La cuestión es si lo sucedido el pasado domingo en Teguise se pudo o no evitar. Si se pudo evitar que un niño resultara gravemente herido mientras jugaba, al caérsele encima parte de la estructura de esa fuente. Y es que aunque para muchos esto sea una de esas tragedias que suceden porque sí, y aunque lo principal ahora es esperar que el niño, Domingo, salga adelante y continúe con una favorable evolución, que le deje las menores secuelas posibles, lo cierto es que para buena parte de la sociedad, y especialmente para la familia, es inevitable buscar culpables. Es una reacción tan humana como entendible: si uno sufre, necesita tener a alguien a quien culpar.
Los padres lo tienen claro, y creen que el responsable es el Ayuntamiento, porque obviamente la estructura de esa fuente no era todo lo estable que debía ser. Y puede que tengan parte de razón, porque el peso de un niño no puede ser tan elevado como para tirar abajo varios kilos de piedra.
Por otra parte, también es cierto que una fuente no está hecha para que los niños jueguen sobre ella. No estamos hablando de un tobogán ni de un columpio, y por tanto también hay quienes ya se han lanzado a señalar a los padres como responsables de esta tragedia, por haber dejado a un niño de siete años sin la suficiente vigilancia de un adulto. ¿Pero realmente se puede sostener esta afirmación, y más ante una situación tan delicada como ésta?
El lugar es de sobra transitado, porque en esos momentos se celebraba como cada domingo el tradicional mercadillo de La Villa. Y además, sus padres, sus tíos y hasta su abuela estaban en la zona, donde la familia tiene puestos de venta desde hace años. El niño estaba en una plaza, es decir, un lugar para niños, y no hay tráfico en los alrededores, con lo que no hay peligro de coches. Y lo cierto es que muchos familiares estaban cerca. De hecho, su propio tío fue el que, con ayuda, tuvo que levantar la pesada piedra que había caído sobre el niño.
Sin duda, si sus padres, sus familiares o incluso cualquier adulto que pasara a esas horas por la zona le hubieran dicho que se alejara de ahí esto no hubiera sucedido. Pero tampoco hubiera sucedido si la fuente hubiera tenido la estabilidad suficiente. Eso es lo que habrá que investigar ahora, y sacar a la luz todos los informes que sean necesarios para aclarar si realmente el plato superior de la fuente corría riesgo de desprenderse, o qué fue exactamente lo que motivó su caída.
Pero mientras tanto, la familia y la sociedad buscan culpables, y muchos padres se plantean si esto no les podría haber pasado a ellos. En esa fuente o en cualquier otro sitio, porque el peligro no siempre está en los lugares evidentes. Y es cierto que hay que vigilar a los niños y también enseñarles ciertos límites, pero también es cierto que es imposible evitar todas las posibles situaciones de riesgo. Individualmente, puede que todas parezcan evitables, pero en conjunto, en las 24 horas del día, los siete días de la semana y los 365 días del año, es imposible que no se produzca alguna situación de riesgo. Ya sea pequeña, y se salde con una caída o unos puntos de sutura, o ya sea grande, como desgraciadamente ocurren y seguirán ocurriendo.
Y es comprensible y hasta útil que nos preguntemos si se podía haber evitado, pero lo que no podemos hacer es juzgar públicamente sin todos los elementos, sin haber vivido la situación en primera persona y sin conocer la historia de cerca. De hecho, posiblemente aunque así fuera, tampoco estaríamos suficientemente preparados para juzgar. Y es que al igual que los niños, a veces los adultos también necesitamos aprender ciertos límites.
Ahora, la prioridad es que el pequeño Domingo se recupere, y que su familia reciba el apoyo necesario. Después, será momento de analizar lo sucedido y, en todo caso, de dirimir las responsabilidades y buscar culpables, si es que los hay.