por VÍCTOR CORCOBA HERRERO
Los cimientos de la idea clásica de persona, como ser soberano y libre, dueño de si y señor de la naturaleza, manantial de luz en cuanto a valor y verdad, ya no son lo que eran. Todo está sujeto a un vendaval de absurdos que, en no pocas ocasiones, se traga la propia libertad de cada uno. El patio de los vivos anda repleto de contrariedades, coexisten rechazos galopantes, hachazos que nos quitan la vida, recogidas de intereses y acogidas interesadas. El revolcón de miserias es bestial, mientras todas las cosas materiales suben, la especie humana baja. Cualquiera se acoge al derecho de dejarte tirado en la cuneta como una bolsa de plástico. Andamos por los suelos. Cada día valemos menos como personas. Para colmo de males, estamos endeudados hasta los dientes. Como sigamos así tenemos que colgar la dentadura.
La situación del sector exterior nos ha dado un nuevo hachazo a los bolsillos, se agrava mes a mes por la falta de competitividad de nuestras exportaciones y por el constante descenso de los ingresos por turismo. Dicen los entendidos, con sus recogidas alarmas, que debemos hacer un curso de formación y reciclaje para ser competitivos y apetitosos. En una de estas nos van a pedir que nos dejemos merendar, con bajada de pantalones incluida, por el guaperas de don dinero. Somos así de cretinos. Para tomar boca, es una lástima que se haya perdido el corte de mangas cuando no hay más narices que ejecutarlo. Lo del hachazo, en un ambiente de reyerta continua, también se suele dar a traición para desgracia del confiado. Todo esto es un problema de educación. O sea de estilos, que diría un señor lingüista. De no saber estar y ser. El Papa se lo ha dicho bien claro a los jóvenes. En el mundo actual hay un fuerte sentimiento de frustración.
Que se lo digan a los psicólogos y psiquiatras que no dan abasto en las consultas. También convive un extraño olvido de Dios junto a una malentendida religiosidad folclórica a la que muchos consideran un producto de consumo más, de los que hay en el mercado de esta galopante esclavitud que padecemos y sufrimos. Es la religiosidad a la carta. Acudimos a los templos como si fuese un restaurante al que acudir para calmar el hambre. Y pedimos unas cosas que son muy difíciles de cocinar con las manos manchadas de desamores. Sin amor es muy complicado que los labios muevan verso y el verso salga del alma. No tiene sentido pasar de largo ante los que sufren, cerrar el corazón a cal y canto, y luego darnos golpes de pecho como figurines en procesión.
Eso de que seamos esponjas de un mercado productor que no entiende de sentimientos, tiene su precio en desdicha.Contra estos vicios, la enseñanza es el vehículo apropiado para cambiar conductas. Sólo desde una sana comunicación de ideas y convicciones se puede acoger el verdadero alimento del alma que no es otro que instruirse e instruirse. La palabra, unida al ejemplo, contribuye a la educación de la mente. Al fin y al cabo, los discípulos son la biografía del maestro. El discurso reciente de Benedicto XVI a representantes musulmanes, puede ponernos en el camino, de que solamente juntos, cristianos y musulmanes, como podíamos decir blancos o negros,hemos de afrontar los numerosos desafíos que nuestro tiempo nos plantea. No hay espacio para la apatía y el desinterés, y menos aún para la parcialidad y el sectarismo. No podemos ceder al miedo, ni al pesimismo de los rechazos y hachazos. Debemos más bien fomentar el optimismo con acogidas de corazón y verdadera superación ética de los instintos.
Para contrarrestar tantos desmanes, considero vital fomentar foros que reúnan al más alto nivel a personas y países. El próximo otoño, la Comunidad Iberoamericana de Naciones tiene la ambición de hablar, desde la universitaria ciudad de Salamanca, con una voz propia en el mundo y hacerlo a favor de la legalidad internacional, del multilateralismo, del papel de Naciones Unidas y de la defensa del diálogo y la negociación como mejores maneras de resolver los conflictos, la problemática de los rechazos y hachazos o el mal uso de recogidas y acogidas. Es una buena noticia que ha de tomar sustancia real. Me parece de justicia que Iberoamérica, frente a una Europa desconcertante, aspire a crear un modelo de espacio común en pro de la democracia, de la cohesión social y territorial, del desarrollo sostenible y de los derechos humanos.
Las iniciativas de canjear deuda por educación o la misma propuesta de la carta cultural Iberoamericana, es un buen método para cerrar prisiones y abrir nuevos horizontes. Ya lo dijo ese genio que fue Pitágoras: Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres.
Otra buena manera de neutralizar rechazos y hachazos pasa por purificar pasiones. El arte alivia preocupaciones. Teniendo en cuenta que las conductas, como las enfermedades, se contagian de unos a otros, la última idea del genial pianista y director de orquesta Daniel Barenboim de llegar a la ciudad de Ramala en Cisjordania con la West-Eastern Divan Orchestra dispuesto a romper los muros de odio que separan a las personas, haciéndolo con la mejor arma de construcción masiva, la música, me parece un comportamiento del más alto grado educativo para el mundo, puesto que domar a la vida, por la dulzura de los sonidos, cuando menos entretiene y distrae los malos pensamientos.
Al final todo se reduce a la persona y su mundo de relaciones, dada la explosión de exigencias independentistas y de autodeterminación, de protagonismo individual con derecho a la diferencia como fuerza de orgullo. Hay que repensar, pues, la cuestión del ser humano como especie frágil frente a poderes devoradores de personas. No es bueno que el mundo se quede sin ciudadanos pensantes, fracasados y sin fuerzas. Una retirada a tiempo del ninguneo, no es ninguna derrota.