PP-CCN: Acuerdo frívolo y visión descentrada

Por Isaac Castellano No es extraño que un repentino cambio de escenario nos desconcierte de tal manera que, en un momento dado, nos cueste asimilar el lugar en el que nos encontramos y determinar con seguridad el rumbo que debemos tomar. En no pocas ...

16 de diciembre de 2011 (11:36 CET)
Por Isaac Castellano
No es extraño que un repentino cambio de escenario nos desconcierte de tal manera que, en un momento dado, nos cueste asimilar el lugar en el que nos encontramos y determinar con seguridad el rumbo que debemos tomar. En no pocas ...

No es extraño que un repentino cambio de escenario nos desconcierte de tal manera que, en un momento dado, nos cueste asimilar el lugar en el que nos encontramos y determinar con seguridad el rumbo que debemos tomar. En no pocas ocasiones, ante la inseguridad que este hecho nos produce, optamos por dar pasos trastabillados en diferentes direcciones con la esperanza de recuperar la posición en la que controlábamos el espacio u optamos por la parálisis ante nuestra incapacidad de actuar. Ambas respuestas parecen contraproducentes.

En el ámbito político, algo así hemos podido sentir los que pensábamos que habitábamos un espacio de encuentro entre los nacionalistas y, de la noche a la mañana, observamos cómo se trabajaba para hacer que la llegada de un torrente dividiera nuestra tierra y la convirtiera en un lodazal. Quizá ha llegado el momento de empezar a achicar agua y volver a pisar tierra firme.

Soy consciente de que en unos tiempos en los que lo que se considera de actualidad se renueva de forma constante, puede parecer extemporáneo entrar a valorar lo acontecido hace unas semanas. Pero lo cierto es que la prudencia nos exige aguardar nuestros juicios a la espera de que el devenir de los acontecimientos nos aporte el sosiego, el momento y los elementos necesarios para abordarlos.

Durante el fin de semana que está por llegar se celebrará el IX Congreso del Centro Canario Nacionalista, en el que los compromisarios elegidos por las diferentes organizaciones insulares, además de las de Venezuela y Uruguay, deben determinar si lo realizado por el partido se corresponde con lo definido por su máximo órgano o si deben alterarse algunos de sus principios e ideas.

En el último Comité Federal celebrado por el CCN antes de las elecciones manifesté mi rechazo al acuerdo electoral suscrito con el Partido Popular por entender que desdibujaba la imagen de una organización que se autodefine como nacionalista y considerar que el contenido del mismo era cuanto menos endeble. Una vez pasadas las elecciones habría que completar esta lectura a la luz de lo que ya hemos observado.

No puedo aceptar el argumento de que los resultados electorales dan la razón a quienes defendían ese acuerdo, lo que no viene a ser más que una continuación de la idea de que siempre hay que apuntarse al caballo ganador. Lo honesto es defender las propias convicciones aún cuando éstas puedan confrontarse con las corrientes dominantes.

Tenemos que tener en cuenta que la capacidad de oponerse a las opiniones mayoritarias es una virtud necesaria en una sociedad democrática que requiere de nuevas respuestas para afrontar los desafíos de una realidad cambiante. Nuestra aspiración debería ser convencer a la ciudadanía de las bondades de nuestras convicciones, para hacerlas mayoritarias, y no mostrar la carencia de las mismas limitándonos a cobijarnos bajo el árbol que más sombra da.

La dignidad exige que los pactos políticos se construyan sobre la base de un proyecto compartido y no sobre la mera expectativa del reparto de puestos. En el ámbito de unas elecciones este principio nos llevaría a la concurrencia conjunta con otros partidos políticos sólo en el caso de contar con un amplio programa común. Lo contrario no haría más que dificultar, mediante la mezcla de alternativas, el derecho que todo ciudadano tiene a elegir entre las distintas opciones políticas que se le presentan. Debemos recordar que la representatividad que se le concede a cada opción política debe ser decidida por los electores y no mediante acuerdos en el seno de los partidos.

En las pasadas elecciones el CCN no se limitó a coaligarse sino que renunció a sus siglas para incorporarse a las de otra formación política de la que desconocía su programa electoral. Todo ello bajo el paraguas de un acuerdo del que, tras una lectura detallada, se desprende la falta de asunción de compromisos concretos y evaluables por una de las partes.

Se decía que se cumpliría con el REF, del que parece que a veces nos olvidamos que es ley, pero que se haría de forma "paulatina" y sin fecha fijada para alcanzar el objetivo; se decía que el PP apoyaría la reforma del Estatuto de Autonomía que se aprobara en el Parlamento de Canarias, pero siempre que contara con el consenso del propio Partido Popular, lo que haría necesario un segundo e inexistente acuerdo para llenar de contenido el primero; y, finalmente, se señalaba que tanto el PP como el CCN defenderían el Estatuto de Canarias en la Unión Europea, materia en la que espero que no haya disenso entre las distintas formaciones políticas con presencia en Canarias.

Con respecto al Estatuto de Autonomía habría que destacar ya que la portavoz del grupo parlamentario de cuyo consenso dependería su reforma ha manifestado que acometerla constituiría una "frivolidad", sin que nadie le haya podido replicar que tal declaración es contraria al compromiso de su partido.

Por el contrario, el CCN se comprometió a apoyar al Partido Popular y Rajoy, "en todo caso" y sin conocer el programa, en su investidura como Presidente del Gobierno de España, sus sucesivos Presupuestos Generales del Estado, sus medidas económicas y ante una eventual moción de censura. En definitiva, prácticamente un cheque en blanco.

Si consideramos el ejercicio de la política como algo más que el acto de coleccionar cargos públicos, ¿podemos decir que el proyecto nacionalista del CCN se ha fortalecido con este acuerdo? Sólo podríamos entender lo acontecido como un éxito si consideramos que el CCN es algo diferente a lo que era hace tan sólo unos meses, es decir, un partido nacionalista de centro que apostaba por la unidad del nacionalismo. Tal reorientación debería requerir previamente el acuerdo del Congreso.

Se podría decir que el CCN fue precursor de la unidad nacionalista, concepto que debe nuclearse en torno a un proyecto compartido más que a siglas políticas y cuotas, y ahora renuncia a lo que impulsó.

En apenas seis meses hemos pasado de tender puentes para construir un nacionalismo coherente a levantar muros que nos separan; de apostar por la necesidad de formaciones políticas cuyo proyecto político se centra en Canarias (100% Canarias) a manifestar la conveniencia de que un partido que se opone a la descentralización del Estado saque mayoría absoluta, rechazando un espacio de decisión nacionalista; de pactar con más de una fuerza política nacionalista, demostrando que era posible tender un puente entre ellas, a considerar que los que fueron socios ahora son nada menos que la "extrema izquierda"? Me cuesta entender cómo se ha cambiado tanto en tan poco tiempo.

Si honestamente consideramos que alguna de las formaciones nacionalistas del arco parlamentario se sitúa en la extrema izquierda, quizá hayamos perdido el centro y nuestra tradicional percepción de las distancias. Definitivamente es hora de centrarnos.

Isaac Castellano San Ginés, diputado del Grupo Parlamentario Nacionalista Canario CC-PNC-CCN

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