por VÍCTOR CÓRCOBA HERRERO
Todo nos viene de afuera a poco que miremos el etiquetado. El comercio más próximo nos lo hemos cargado, aquel que se sustentaba con nuestros propios recursos. Por desgracia, los pueblos, que antaño tenían tanta vida, hoy están muertos y cada día producen menos, lo que provoca una serie de dificultades en la población rural que, en no pocas ocasiones, tienen que optar por cambiar de actividad y lugar. Además, las infraestructuras, no siempre ayudan. Todavía son muy deficitarias las carreteras en algunos lugares. Hay comarcales que son caminos de cabras. Aquellas que nos llevan, con algún aprieto y bastantes apuros, a villas, caseríos, cortijos, aldeas y demás municipios olvidados. Difícilmente, sin unas vías de comunicación aceptables se puede asegurar una distribución comercial eficiente y abaratar precios.
En la misma línea, se me ocurre también, que deberíamos valorar más lo que producimos. Compramos mucho "de otros", pero vendemos poco "de lo nuestro". Incluso en manufacturas de marca de calidad única, se observa una mala gestión de oferta a juzgar por el comportamiento de salida. Para empezar, pienso que deberíamos apreciar y tasar mejor nuestras cosechas y frutos. De continuar con este derroche de importar más que de exportar, el galopante incremento del déficit comercial nos dejará sin divisas. Convendría dar facilidades para aumentar el número de empresas exportadoras y diversificar su composición sectorial. Precisamos vendedores expertos y negociadores diestros, o sea personas duchas en comerciar, para un campo de primera división como es nuestra tierra, a fin de alcanzar una mayor cuota expansiva de mercado. Por ejemplo, a estas alturas de siglo, abolidas las distancias, cabe reseñar aún que la implantación de la empresa española en EEUU es sumamente débil, siendo nuestra inversión muy inferior a la de países como Alemania o Francia.
Si para Balzac un hombre nulo es algo horrible, no digamos ya de un gobierno que no acierta en la política comercial, los efectos son tremendos para levantar cabeza. A renglón seguido, el insigne pensador, todavía apuntalaba otra actitud de vida: Pero hay otra cosa peor, un hombre anulado. Algo parecido debe pasar con nuestros artículos que no llegan al gran público, se quedan por el camino como desautorizados (o neutralizados), a pesar de los diversos sistemas de calidad comercial que se vociferan. Esa es la auténtica realidad. Ahí está el dato que debiera preocuparnos, o cuando menos ocuparnos en buscar remedio: En los siete primeros meses del año, las exportaciones se incrementan un 3,1% y las importaciones un 11,3%
Lejos de caer en las fantasías de los políticos, que todo lo solucionan con planes de mejora que luego ni se aplican, considero que es posible el sueño de la inversión y del comercio, si, sobre todo, fuésemos más cooperantes los unos con los otros, los empresarios con los consumidores y viceversa. La palabra seguridad es para incumbirnos a todos. Necesitamos confianza empresarial para ser competitivos y generar resultados satisfactorios y convicción de que vamos a poder vender nuestra labor. Sería saludable empezar a crear esa certidumbre llevando a los hogares de todos nosotros, nuestros géneros, bienes, servicios y, en general, doquier transacción productiva. Ganaríamos entereza en la economía y esperanza en la inversión, que buena falta nos hace.
Desde luego, hacerse más a lo que producimos, al comercio interior, comprar lo justo y saber vendernos mejor al exterior, es una necesidad. Los turistas, ahora que España está de moda como destino preferente, pueden ser unos embajadores excepcionales de nuestros productos. Poseemos la mitad del camino andado. Sólo nos resta estar a la altura de las circunstancias. El objeto diferencial a exportar también lo tenemos. Considero que el quid está en saber ofrecer al mundo esa original mercancía, crecida o generada en una tierra de fertilidades diversas y de industrias singulares. Sin duda, esta es una buena manera de promoción comercial e imagen. Lo que se dice, la profesionalidad al poder y las producciones en bandeja.