Es francamente difícil determinar si los Centros de Arte Cultura y Turismo del Cabildo necesitan seis nuevas plazas directivas. Sobre todo, para alguien que no sea un especialista en gestión de grandes empresas ni conozca al ...
Es francamente difícil determinar si los Centros de Arte Cultura y Turismo del Cabildo necesitan seis nuevas plazas directivas. Sobre todo, para alguien que no sea un especialista en gestión de grandes empresas ni conozca al detalle los entresijos de ésta en particular. Como punto de partida, desde fuera, el único elemento supuestamente objetivo al que podríamos atenernos es ese informe elaborado en su día por Antonio González Viéitez, precisamente designado mediador en el último gran conflicto que se vivió entre el Comité de Empresa de los CACT y el consejero del área, Pedro San Ginés.
En ese informe, entre otras muchas deficiencias de la gestión histórica de los Centros, Viéitez señalaba la falta de cualificación del personal. Es decir, que la inmensa mayoría de los trabajadores no tenían estudios superiores. Eso no significa que no haya fantásticos empleados. Simplemente significa que pueden ser muy buenos para unos puestos, pero no para otros. Y lo que en ese momento analizaba Viéitez era la gestión, no el servicio que prestan.
A la luz de ese informe, que fue demoledor y descubrió muchas vergüenzas sobre cómo se habían gestionado los CACT en las pasadas legislaturas, sí quedaba claro que había que profesionalizar la organización interna. Y para ello, parece lógico que sea necesario poner directivos al frente. ¿Cuántos? Eso es lo que resulta más que complicado determinar desde fuera. Finalmente a concurso han salido cinco de las seis plazas creadas, y sin conocer a fondo y desde dentro la situación es difícil saber si es excesivo o no.
Pero es difícil para los que lo ven desde fuera, y también para el Comité de Empresa de los Centros Turísticos. Porque por más que se hayan erigido en protectores y defensores de los CACT, lo cierto es que este rol se lo han autoasignado, y buena parte de la sociedad lanzaroteña no entiende por qué tienen que ser ellos quienes decidan por qué modelo se deben regir estos Centros, o cómo, cuándo y a quiénes se tiene que contratar. Y menos aún se entiende que si su nuevo enfrentamiento con el Cabildo está motivado por su amor a los Centros Turísticos, amenacen con convocar una huelga en agosto, precisamente cuando más turistas visitarán la isla y tendrán una cita obligada con los buques insignia de Lanzarote. Esos centros que César Manrique dejó como legado, y que a día de hoy siguen siendo la mejor oferta de ocio complementario de la isla. Un legado que, por cierto, pertenece a todos los lanzaroteños.
Por eso, cuesta entender que se amenace con medidas de fuerza y con huelgas porque no están de acuerdo con la contratación de nuevos directivos. Y más aún cuesta entender que por un lado cuestionen las contrataciones, y por otro lado cuestionen que no se asignen esos cargos a los trabajadores que ya están en la plantilla. Es decir, que la postura sea la de criticar que se creen esas plazas, pero si se van a crear que se las den a ellos. Y es que aseguran que se está vulnerando el convenio colectivo de los trabajadores, y reclaman su derecho a que se acceda a esos puestos por promoción interna.
A esto, la respuesta del Cabildo es clara: cualquier trabajador de los Centros que considere que reúne los requisitos para cubrir estas plazas puede presentarse al concurso externo. El problema es que prácticamente no hay personal con titulación superior, y ahí empieza el problema. El problema está en esos convenios laborales de los trabajadores del sector público. Porque si una empresa privada quisiera contratar un director, a nadie le sorprendería que lo buscara donde lo considerara oportuno, y donde creyera que iba a encontrar el mejor candidato. Es cierto que luego, tanto en la empresa privada como en la pública, desgraciadamente a veces entre los factores de selección no se tiene sólo en cuenta la valía profesional, pero ésa es otra historia y otra batalla. Y en todo caso, cuando se conozcan los nombres de las personas designadas para ocupar esos cargos, es cuando se podría hablar realmente de si ha habido o no enchufismo, y de si los elegidos eran o no los mejores candidatos que concurrieron al concurso público.
Pero lo que está claro es que abrir el abanico y dejar que puedan acceder a esos puestos directivos todos, y no sólo los trabajadores actuales, no perjudica a la sociedad lanzaroteña. Al menos no como para entender ni justificar una posible huelga con la que muchos de los propios trabajadores ni siquiera están de acuerdo, y que podría volver a causar un irreparable daño a la imagen turística de la isla. Y es que la isla, como los Centros Turísticos, es de todos.