POLÍTICA SUBTERRÁNEA

En Lanzarote, y más concretamente en Arrecife, los políticos de turno se han dedicado con mayor asiduidad a la política del oropel, de lo vistoso, de lo que todo el mundo ve, que no diremos que no sea necesaria, siempre que las obras ...

29 de julio de 2005 (00:22 CET)

En Lanzarote, y más concretamente en Arrecife, los políticos de turno se han dedicado con mayor asiduidad a la política del oropel, de lo vistoso, de lo que todo el mundo ve, que no diremos que no sea necesaria, siempre que las obras ...

En Lanzarote, y más concretamente en Arrecife, los políticos de turno se han dedicado con mayor asiduidad a la política del oropel, de lo vistoso, de lo que todo el mundo ve, que no diremos que no sea necesaria, siempre que las obras emprendidas con esos fines estén a la altura de las necesidades de la población y contribuyan claramente a una más y mejor promoción del paisaje urbano. Pero sin embargo dicha clase política, en su inmensa mayoría dan la fundada impresión de haberse olvidado de lo que pudiéramos denominar "política subterránea o de lugares y zonas soterradas", que no significa, ni mucho menos, política de ocultaciones y escasa o nula claridad, no, porque nos estamos refiriendo a algo tan importante y decisivo para la marcha de cualquier ciudad o zona urbana que se precie de ello a que se disponga, indispensablemente, de una adecuada y eficiente red de saneamiento, acompañada de una eficaz red de aguas pluviales, que en suma se conoce por red de alcantarillado.

No hay que utilizar muchas explicaciones para valorar las carencias e ineficacias de la actual red de saneamiento existente.

Concretamente en Arrecife, se sabe de sobra las penurias y graves problemas que hemos pasado de siempre, con una red de saneamiento insuficiente y obsoleta, que en cuanto caen cuatro gotas -al no disponerse de red en condiciones de aguas pluviales- nos inunda de porquería a lo largo y ancho del perímetro urbano, sin contar toda esa ingente cantidad de mierda -con perdón- sin depurar, que va a parar al Charco de San Ginés o al litoral arrecifeño. Tenían que haber pasado décadas y más décadas de penuria e insuficiencia para que ahora aparezca una promesa -de momento sólo una promesa- de que por fin van a meter mano a esa vieja vergüenza del subsuelo arrecifeño, a la porquería rebosando de tapas de alcantarilla reventadas y a la considerable cantidad de ratas y otros bichos que afloran a la superficie. ¡Ojalá que la promesa se cumpla, tampoco es que lo dudemos pero los ciudadanos están más que escamados! Pero lo que no se entiende es que los miles de millones que se han destinado a hermosear la capital y parte de sus barrios, algunos mal concebidos y peor ejecutados, al menos en buena parte, no se hayan empleado a todo lo largo de estos años de carencia en este sentido, en haber solucionado de una vez por todas este alarmante problema. ¡Hermosear la ciudad, sí, rotundamente sí, pero por arriba y también por debajo!

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