Obama, Premio Nobel de la Guerra

Por J. Luis Real Baltar El Presidente de Estados Unidos y Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, anunció recientemente su decisión de elevar el número de militares de este país norteamericano en Afganistán con la aportación de al menos otros 30 mil ...

2 de diciembre de 2009 (16:22 CET)
Por J. Luis Real Baltar
El Presidente de Estados Unidos y Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, anunció recientemente su decisión de elevar el número de militares de este país norteamericano en Afganistán con la aportación de al menos otros 30 mil ...

El Presidente de Estados Unidos y Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, anunció recientemente su decisión de elevar el número de militares de este país norteamericano en Afganistán con la aportación de al menos otros 30 mil soldados, a los cuales se habrían de añadir contingentes de los países aliados, entre ellos España.

Según los planes de Washington, el objetivo sería, una vez vencida la resistencia de las milicias talibanes, la retirada de todas las tropas entre los años 2011 y 2013, lo cual lleva a pensar que la guerra se va a recrudecer en los próximos meses, pues para que esta estrategia de retirada paulatina se considere posible, antes habrá que cumplir con la premisa de la victoria, y esta se hará al coste que sea preciso, es decir, sin mirar número de bajas, gasto militar y efectos en la población civil.

Decir que la guerra de Afganistán se encamina hacia una guerra de exterminio del enemigo y sus bases de apoyo, tal y como EEUU puso en práctica en la célebre guerra del Vietnam, no está alejado de la realidad pero sí de toda lógica. Obama no sólo no tiene en cuenta la propia experiencia estadounidense en ese país del Sudeste Asiático, sino que tampoco la de la Unión Soviética en el propio Afganistán, dónde los mismos talibanes, armados, financiados y asesorados por quienes ahora quieren derrotarlos, hicieron la ocupación imposible a los rusos y la estabilidad a sus aliados del gobierno comunista afgano.

El argumento de que esta guerra es contra Al-Qaeda y sus fuentes de financiación y apoyo está ya superado. La prueba está en su organización en células autónomas que se desarrollan sin necesidad de tener una cohesión o dependencia entre ellas y la posible cúpula militar de esa organización. Lo que se está viendo es que estamos ante una guerra de ocupación destinada a la imposición de un gobierno pro-occidental pseudodemocrático que sirva de plataforma geoestratégica para los intereses de Estados Unidos en la zona, pues sólo hay que ver dónde está situado Afganistán, entre Irán, las antiguas repúblicas soviéticas de Asia, y Pakistán, para conocer el origen de todos sus males.

No es aventurado decir que la ocupación de Irak y Afganistán son parte de una misma estrategia destinada a desestabilizar a Irán, estando en el fondo de toda esta cuestión el dominio de las reservas de petróleo y gas, así cómo los conductos de transporte de estos recursos y el negocio posterior y también paralelo a la guerra que suponen los contratos de reconstrucción de los países devastados, así como los militares. Sólo hay que ver qué empresas y a que precio están llevando a cabo estas tareas en Irak.

El problema creado por este tipo de acciones de gran violencia que parten de la ocupación militar de un país es que, por mucho que se disfrace de "misión humanitaria", el conjunto de la población no beligerante es la que la sufre y padece, el sistema económico y productivo es arrasado, aumenta el número de personas desplazadas de sus lugares habituales de residencia, se crean vínculos o clientelas alrededor de los círculos de poder bélico y político destruyendo los sociales, etc., por lo que se entra, y Afganistán ya hace tiempo que entró, en un laberinto que parece no tener salida, y mucho menos tendrá si quien actualmente dispone del poder para modificar esta situación lo único que hace es aumentar la escalada bélica.

Si ya el Nobel de la Paz perdió mucho de su valor con premiados como Henry Kissinger, no cabe duda que la postura de Barack Obama en su reafirmación en seguir la senda marcada por los llamados Halcones de la guerra, hace necesaria la modificación de ese título honorífico por el de Nobel de la Guerra, elegido anualmente por un jurado compuesto por las fábricas de armamento, los traficantes y países vendedores de armas, así como por quienes las usan, todo ello a mayor gloria de Alfred Nobel, inventor de la dinamita.

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