por ANTONIO GUERRA LEÓN
A los que peinamos muchas canas o tenemos muy poco pelo en la cabeza nos cuesta bastante enjuiciar, por razones comprensibles, la opinión, parece que muy extendida, de que en vista de la falta de liderazgos firmes y prestigiosos en los Partidos Políticos se aireen, otra vez a los cuatro vientos, los nombre ya muy cascados políticamente de antiguos gobernantes de nuestras islas como los señores Olarte, Hermoso o Saavedra, sin olvidar, también, ¡como no!, a la figura incombustibles de Dimas Martín.
Exhumación política de viejos mandamases que nos puede llevar a las más pesimistas conclusiones al comprobar que, con cierto abatimiento que después de tantos años de democracia, no aparecen, ni por asomo, en el nebuloso y disparatado paisaje de la política archipielágica, ni una sola persona medianamente adecuada y prestigiada para coger con rigor las riendas de la gobernación de nuestra autonomía, y eso que para ocupar esos puestos hasta ahora, no se han pedido exageradas notas, intelectuales, morales o democráticas que digamos.
Expuesto lo anterior (joder, qué retórico), debemos sacar los votantes la triste conclusión de que algo está fallando en nuestra depauperada democracia isleña, no lo decimos nosotros, sino todas las encuestas, donde los políticos ocupan los últimos lugares en el aprecio de los ciudadanos y todo, suponemos, por el triste y bochornoso espectáculos de muchos arribistas que no tienen la mínima conciencia en cambiar de chaqueta a cada rato, meter la mano donde no deben o exhibir una prepotencia pueblerina y basta propia de personas con muy poca calidad personal.
Sin dejar atrás a las Partidos Políticos y Coaliciones que, encerrados en su caparazón de mezquinos intereses y luchas intestinas en busca de cargos y canonjías, se olvidan muchas veces de la verdadera función del político, que es servir al pueblo que los votó en las urnas, y defender unos ideales que se llevan en el alma. Por lo tanto, no haciendo de la función pública un seguro de vida para ellos y para todos sus familiares con proliferación de dádivas, enchufes y otras malas hierbas del camino.
Una de las cuestiones que se invocan por los dirigentes de los partidos para tanta escasez de personas dignas e importantes para engrosar las listas electorales, es que muchos profesionales y probos ciudadanos se niegan rotundamente a participar en las listas, entre otros motivos, pensamos, por que la lucha política de hoy en día no colma ni las más mínimas exigencias de libertad de movimientos que un candidato necesita para verse realizado en su diaria labor, pues el control casi dictatorial del llamado «aparato de partido» coarta muchas veces las ganas de hacer un buen e interesante trabajo político y social.
Constatando igualmente los posibles candidatos, que al participar en «listas cerradas» no se le vota a él ,- in person- (coño parecemos Olarte), sino al Partido que lo presenta en su plancha electoral. Problema que se podía solucionar con las llamadas «listas abierta», donde el candidato pusiera a disposición de los ciudadanos individualmente su historial y sus deseos, y estos, (los votantes), al mismo tiempo poderles pedir cuentas y explicaciones por su actividad política cara a cara.
Pero para no ponernos demasiado trágicos, podemos pensar que una fórmula ideal, pero un poco cachonda, para nombrar al presidente del Gobierno de nuestras islas sería que se alternasen en la poltrona cada cuatro años el mayor empresario de la construcción de cada provincia, sanidad privada o gran pope del turismo, pues al fin y al cabo, son estos personajes los que detrás de las bambalinas del gran teatro de la política canaria mueven a su antojo a los serviles actores políticos y a sus Partidos. Y a las pruebas nos remitimos.
Y que conste. Que a un modesto demócrata como el que escribe estas cuartillas, le cuesta y le duele mucho poner en blanco y negro estas peregrinas ideas, aunque sea en plan de «coña marinera». Y es que, amigos míos, las cuestiones democráticas en Canarias están muy devaluadas y difíciles de arreglar pese a los años transcurridos.