Mientras observo con tristeza toda la parafernalia que acompaña a la visita del Papa, no dejo de pensar en la insensibilidad que se derrocha en cada acto. Basta mirar el lujo y el boato, los medios técnicos y humanos, el derroche de ...
Mientras observo con tristeza toda la parafernalia que acompaña a la visita del Papa, no dejo de pensar en la insensibilidad que se derrocha en cada acto. Basta mirar el lujo y el boato, los medios técnicos y humanos, el derroche de productos de merchandising, que se ven distribuidos, como si fuera un evento deportivo o un mitin preelectoral, y hubiera que convencer a quien asiste a los actos con pequeños regalos, de las bondades de quien
se los ofrece.
Mientras observo todo eso, han dejado de emitirse por la televisión, todas aquellas imágenes, que pudieran hacer sombra a esta alienante concentración de jóvenes y mayores. Es curioso que días antes de la llegada de este líder político-religioso, que se atreve con todo descaro y desfachatez a inmiscuirse en la política de libertades, en un país soberano, intentando influir en las leyes que promulgan los legítimos representantes de una nación democrática y declarada laica y en el que se respetan a todas las religiones por igual.
Estoy completamente seguro, que una vez pasada esta borrachera de adoctrinamiento, vendrá la resaca y, por consiguiente, la dura realidad, de todas las desigualdades tan brutales que existen en un mundo tan distinto del que nos han querido vender.
Se me olvidaba comentar, que durante la celebración de estas "jornadas", está prohibido morirse de hambre bajo pena de excomunión, quejarse por tener que andar 15 kilómetros para buscar agua, que no sería de buena educación estropear al "Pope" católico su multitudinaria fiesta, mostrando imágenes de la negra hambruna, que asola buena parte del tercer continente, para vergüenza del primero.
Hoy manifiesto mi profunda creencia en Cristo, en su mensaje real, ese mensaje que pedía amor e igualdad para todos, y que hoy se llamaría "socializante", y no solo en lo material, que podría parecer una utopía, sino en la valoración del ser humano. La sociedad nos demuestra a diario, que hay seres humanos de primera, de segunda y de no sé cuántas categorías más, todos ellos, curiosamente por debajo de la pirámide jerárquica de poder que se manifiesta en cualquiera de las grandes religiones.
Hoy, a través de dar lo único que puedo dar, lo único que merece la pena regalar, lo único a lo que temen todos los acaparadores de poder, que no es otra cosa que la palabra y la libertad.
Hoy levanto mi voz, que seguramente será callada con la losa de la indiferencia, para hacer llegar mi tristeza ante lo que veo, y gritarle al cielo que lo que nos quieren vender, envuelto en blancura, señoras y señores, esto, ¡no es el mensaje!