Comenzamos la semana lanzando una ingenua pregunta al aire: ¿cómo es posible que una vez superado el techo que establecía la última revisión del Plan Insular de Ordenación del Territorio (PIOT) para Yaiza no sólo se siguen ...
Comenzamos la semana lanzando una ingenua pregunta al aire: ¿cómo es posible que una vez superado el techo que establecía la última revisión del Plan Insular de Ordenación del Territorio (PIOT) para Yaiza no sólo se siguen construyendo hoteles sino que se está a punto de inaugurar varios establecimientos? La respuesta no es sencilla, desde luego.
En la edición de hoy este diario vuelve a indagar en alguna de las cuestiones que están sucediendo en el sur de la Isla, y lo hace con la intención de que muchos de los ciudadanos que no se han pasado por allí desde que en 1998 se le ocurriera al grupo de gobierno que capitaneaba Enrique Pérez Parrilla sacar adelante una medida que todo el mundo conoce ya como moratoria turística sepan exactamente en lo que se ha convertido aquello. Decir que todo lo que se ha hecho está mal sería absurdo, y mentira, porque no todo está mal. Ahora, al paso que van las construcciones, como suscribiría el mismísimo Alfonso Guerra, a Playa Blanca no la va a conocer ni la madre que la parió.
El progreso de la zona sur, al que tiene todo el derecho del mundo teniendo en cuenta que ralentizaron su desarrollo por debajo de los acelerones que se pegaron especialmente en núcleos como Puerto del Carmen, debería ir acompasado de un estricto cumplimiento de las normas. Y todo hace indicar que esto no es así. El Cabildo sostiene que hace años se superó el techo fijado en un número de camas muy concreto para la zona turística de Yaiza. El Ayuntamiento que preside José Francisco Reyes dice que no, y por eso permite que se siga construyendo y se sigan abriendo al público establecimientos que en la mayoría de los casos ni cuentan ni contarán con licencia de apertura. Dice que no está dispuesto a hacer frente a las consecuencias judiciales de empresarios que cuentan con derechos consolidados, y el sabrá por qué.
El caso del que habla hoy este diario es uno más de tantos. Existen unos propietarios del establecimiento hotelero, otro más de cinco estrellas pegado al polémico Papagayo Arena, que en realidad no son directamente culpables de que con todo más o menos terminado, con las gestiones hechas para contratar a los trabajadores, se vea sin los permisos necesarios para iniciar su actividad turística. Ellos no tienen la culpa porque existía un compromiso municipal de que todo lo que hacían entraba dentro de la ley, y que por tanto podían invertir su dinero sin ningún tipo de problema porque no iba a suceder nada. Ahora están viendo que no es así, que el Cabildo se mantiene firme en su política de no amnistiar a nadie y de entregar licencias de apertura y funcionamiento únicamente a los establecimientos que cumplan con la ley.
El tema va a seguir dando mucho de que hablar y mucho sobre lo que escribir, sin duda, porque se trata de una batalla abierta entre dos instituciones de la Isla cuyos dirigentes tienen formas totalmente distintas de ver el futuro de Lanzarote. Unos dicen que miran por el interés general de todos los lanzaroteños, y otros dicen que miran por el interés particular de todos los habitantes de Yaiza. Mientras, se sigue construyendo y se siguen metiendo más camas en el mercado, creando una sensación extraña entre los que se construyen un muro en su casita de campo que se lo tumban a los cinco minutos de haber terminado de poner el último bloque. ¿Habrá una ley que distingue entre grandes y pequeños?