LOS DERECHOS DEL ENFERMO

"Yo a ti te escuchaba pero no te oía.Tú a mí me mirabas y no me veías."José Bergamín.En el contexto sociocultural del médico tradicional, no tenía sentido hablar de los derechos del enfermo. ...

16 de junio de 2006 (05:03 CET)

"Yo a ti te escuchaba

pero no te oía.

Tú a mí me mirabas

y no me veías."

José Bergamín.

En el contexto sociocultural del médico tradicional, no tenía sentido hablar de los derechos del enfermo. Era el médico, y no el enfermo, el responsable de su propia salud. A la actitud protectora y paternalista del médico correspondía, por parte del enfermo, una actitud confiada pero pasiva, de total sumisión. Aparte del derecho a ser atendido si pagaba la iguala o los honorarios debidos, su único derecho como enfermo era el de obedecer y seguir fielmente las instrucciones del médico.

Hoy, el enfermo se ha convertido en un usuario del médico, cada vez menos sumiso y pasivo, de sus servicios. La universalizaciòn, bajo una u otra forma, de la atención médica tiene detrás un largo proceso de luchas y cambios sociales, que ha cristalizado en el reconocimiento constitucional del derecho a la protección a la salud como uno de los derechos fundamentales, y ha ido haciendo a los usuarios de los servicios sanitarios cada vez más conscientes de sus derechos como usuarios.

El enfermo, como usuario, tiene derecho no sólo a que le asistan sino a que le atiendan como persona, a que le expliquen y le hagan comprender su situación y a que, si es posible se le resuelvan mediante una actuación científica y técnicamente correcta y siempre sobre la base del respeto a su autonomía personal. El médico ha de actuar de acuerdo con esos derechos no por paternalismo o por motivos vagamente "éticos" sino por que así lo exige el contrato entre personas libres que, de modo explícito o implícito, toda relación usuario-profesional implica.

Explicar y persuadir, no imponer. Respetar y fomentar la autonomía del enfermo, tratarle como a una persona y no como una cosa. Facilitar y promover su colaboración y su participación activa en el proceso terapéutico. No es fácil encontraruna expresión tan plástica y elocuente de lo que significa el respeto de la autonomía del enfermo como la distinción que hacía Platón entre el médico de esclavos y el médico de ciudadanos libres. El primero "nunca explica nada al paciente sobre su dolencia... ledicta disposiciones extraídas de la experiencia con aire de saber infalible y a la manera brusca de un dictador... El médico libre, trata las enfermedades comentando ampliamente los achaques del paciente con éste y sus amigos. De este modo, averigua algo desde las explicaciones del propio paciente y simultáneamente le instruye. Luego, el médico no dispone su medicación hasta que no ha persuadido al enfermo; el médico busca la total restauración de la salud sobre la base de persuadir al enfermo a aceptar sus disposiciones terapéuticas".

Explicar y persuadir significa hacer no banal pero si asequible su lenguaje y adaptar sus explicaciones al mundo cultural del enfermo, pero significa también, y sobre todo, renunciar a la cómoda posición de "maestro"y de "taumaturgo" que el halo carismático del médico en otros tiempos hacía posible; significa poner sobre la mesa los límites de la medicina y quizá también, en algunos casos, los límites de su propio saber profesional en relación con el problema de su paciente. Nada, en realidad, que no sea razonable y lógico. Pero el médico puede tener la sensación de que los límites de la medicina, el paciente vapercibirlos como límites de una competencia profesional y de que, si no muestra un aire de saber infalible, se pone en juego su prestigio y corre el riesgo de perder clientes. Por otra parte, no es fácil actuar contra corriente cuando la misma profesión médicacolabora a crear la imagen de que la medicina puede arreglarlo todo.

En otro orden de cosas, explicar y persuadir puede ser a veces problemático para el médico, porque ha de encontrar un equilibrio no siempre fácil entre exigencias que a veces se plantean como contradictorias: decirle la verdad al enfermo y, por otra parte, mostrar una actitud de consideración y simpatía con el enfermo y, al mismo tiempo, mantener un distanciamiento profesional que le permita no perder nunca el dominio de la situación y evitar un exceso de implicación afectiva que puede llevarle a una difícil situación de angustia personal. Y como dijo el poeta. "Todos vivimos muriendo. / El que no muere no vive / porque está muerto de miedo".

Francisco Arias Solis

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