Llueve sobre mojado

El patio de Lanzarote, a diferencia del de la canción, cuando llueve no se moja como los demás. Lo ha vuelto a demostrar esta semana. En definitiva, el agua caída no ha sido tanta, sobre todo considerando que la mayor fuerza ...

21 de diciembre de 2007 (05:07 CET)

El patio de Lanzarote, a diferencia del de la canción, cuando llueve no se moja como los demás. Lo ha vuelto a demostrar esta semana. En definitiva, el agua caída no ha sido tanta, sobre todo considerando que la mayor fuerza ...

El patio de Lanzarote, a diferencia del de la canción, cuando llueve no se moja como los demás. Lo ha vuelto a demostrar esta semana. En definitiva, el agua caída no ha sido tanta, sobre todo considerando que la mayor fuerza de la borrasca se descargó sobre el mar, pero las consecuencias de los chaparrones intermitentes sí han sido importantes.

Por un lado, por la eterna cruz del sistema de canalización, que ha vuelto a desbordarse dejando imágenes de calles anegadas, alcantarillas escupiendo agua a chorros y, como consecuencia, una fuerte presencia de grúas yendo al rescate de muchos coches que se quedaron tirados después de una jornada de excesos pluviales.

Pero a estas incomodidades que son tan repetidas, aunque este invierno habían tardado en llegar, también se han sumado otras. Y es que no es el alcantarillado el único problema. El puerto de Los Mármoles ha quedado en evidencia, más aún de lo habitual, ya que cuatro barcos esperaron durante horas en el mar para poder atracar, y finalmente sólo uno de ellos se atrevió a hacerlo, y los otros tuvieron que ser desviados. A lo que se suman tres cruceros que, directamente, suspendieron su escala en Lanzarote.

Y es cierto que las condiciones marítimas eran malas y precisamente por eso se había activado la alerta amarilla, pero también lo es que con unas infraestructuras más acordes a las necesidades, probablemente el puerto podría haber estado operativo.

Sin embargo, y pese a los años que se lleva arrastrando esta situación, se le sigue sin poner remedio. Ni mejorando la protección del muelle para poder atracar cuando el mar no tiene su mejor día, ni tan siquiera lavándole la cara al puerto para que los cruceristas que llegan no piensen que el capitán del barco se ha equivocado de destino.

Y en el aeropuerto la cosa tampoco fue demasiado bien. Aunque Aena intentaba transmitir en todo momento un mensaje de que allí no pasaba nada, lo cierto es que

al menos un vuelo tuvo que ser cancelado y, lo que es peor, otro tuvo que dar media vuelta después de poner el corazón en la boca a decenas de pasajeros, que vivieron dos intentos de aterrizaje fallidos, para después dar media vuelta hasta Gran Canaria, aguantando un nuevo vuelo bajo la tormenta, esta vez con el viento en contra.

Y aunque no tuvo consecuencias de gravedad, lo cierto es que los pasajeros no tenían por qué pasar ese momento de angustia, cuando ya estaba decretada la situación de alerta meteorológica. Y si bien es cierto que eso no significa que deban cerrarse todos los aeropuertos, los hechos demuestran que, al menos ese vuelo, no tenía que haber despegado.

Cuando se decide cómo actuar ante un temporal que se avecina, no se sabe exactamente cuál va a ser su alcance, y por tanto resulta difícil si las medidas van a ser excesivas o insuficientes pero, en caso de duda, siempre es mejor pecar de prudencia. Lo hicieron por ejemplo al suspender las clases del miércoles en todo el archipiélago, y eso generó más de una crítica al ver que la borrasca finalmente no fue para tanto. ¿Pero y si lo hubiera sido? ¿Y si no se cancelan las clases y luego hay algo que lamentar? Ahí se hubieran vertido mucho más que críticas, y con razón.

Y es que aunque en la mayoría de los lugares de España van al colegio con lluvia y con nieve, el problema en Lanzarote es que no está preparada ni siquiera para una tormenta de mediana intensidad. En el foro de la edición digital de La Voz de Lanzarote, una madre que vive en Lanzarote pero se crío en el norte de la Península no se explicaba por qué se habían suspendido las clases por una lluvia, y preguntaba con ironía si los niños lanzaroteños se encogen cuando se mojan, quizá sin darse cuenta de que el problema no es la fuerza de este temporal en concreto, que además fue menor de lo que se esperaba, sino las condiciones de la isla para hacer frente a cuatro gotas de agua. Y es que los niños no se encogen cuando se mojan pero, desgraciadamente, la isla sí.

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