Ley de Partidos

No es menester ser un avezado jurista para llegar a la conclusión, mediante el solo empleo del sentido común, de que las leyes deben obrar su efecto en función del espíritu y la necesidad con que fueron promulgadas. Tampoco hay que ...

23 de enero de 2006 (15:10 CET)

No es menester ser un avezado jurista para llegar a la conclusión, mediante el solo empleo del sentido común, de que las leyes deben obrar su efecto en función del espíritu y la necesidad con que fueron promulgadas. Tampoco hay que recurrir a Montesquieu o a Hayek para creer firmemente en que solo se puede vivir en libertad y democracia bajo el imperio y al amparo de aquellas

Las leyes no deben ser consideradas como una prenda de quita y pon; como algo que invoco y de lo que hago uso si me conviene o, por el contrario, minimizo y trato de arrumbar si su presencia incomoda a mis propósitos. Y

eso es algo a lo que está recurriendo el Gobierno últimamente, más concretamente, con la Ley de Partidos. Dicha ley resulta "muy restrictiva" es la disculpa aducida, ahora que su contenido choca frontalmente con otros propósitos del ejecutivo. Su aplicación no puede ser mediatizada-o incluso anulada- en función de los vientos políticos que soplen en un momento dado, vientos creados por opacas y vaporosas razones de consecución de una pazmas que hipotética con la banda armada que patrocina una

formación política declarada ilegal precisamente por las dos mas altas magistraturas del país, en función precisamente de la ley que se pretender ahora desvirtuar, o por la negociación de un estatuto inquietantemente

exclusivistae insolidario, amen de otras condescendencias de cuestionable aceptación.

Un sofisma es, según la Lógica, un silogismo o argumentación según el cual se intenta demostrar o defender una falsedad con la intención de convencer de ella. Este concepto no es algo que quede solo constreñido al campo académico y relegado a las páginas de los libros de texto. En la vida diaria y especialmenteen el campo de la cosa publica, se recurrre con harta frecuencia a esta figura lógica -mas bien ilógica- cuando los políticos de turno pretenden que comulguemos con ruedas de molino; cuando, en un alarde de desprecio a la inteligencia de la opinión pública, intentan queesta de por bueno lo que no es mas que un falso oropel conceptual, una trampa

saducea engañosa y envolvente.

De hecho, ya hemos entrado en periodo preelectoral. Así pues, permanezcan atentos a la pantalla y verán, no sin regocijo, a las diversas formaciones partidistas salir a la palestra, sacandoa relucir todas sus artes de

seducción y poner en juego todo su repertorio de trucos escénicos con el decidido fin de, una vez más, hacer uso de las reglas del juego democrático en aras de sus intereses partidistas y de grupo.

Basar proyectos políticos, programas de gobierno o cualquier plan de futuro en sofismas no conduce a otra cosa que al pesimismo, al desgobierno y a la desintegración, aparte de ser un síntoma de mediocridad intelectual.

Cuestión de sentido común, repito.

Jesús J. Lavín Alonso

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