Poco a poco, los continuos esfuerzos de un grupo de personas sensibilizadas y comprometidas están consiguiendo que los debates sobre la ley de la deuda externa que están teniendo lugar estos días en el senado salgan a la luz pública y tengan repercusión en los medios. Un asunto como éste, que afecta a cómo cada un* de nosotr*s (tú que lees ahora) se relaciona con otras personas de países empobrecidos, está siendo manejado desde los sillones sin que haya el debate público que debería haber (¿a ti alguien te ha preguntado qué opinas?). La memoria histórica que hoy en día se trata de recuperar en los asuntos domésticos debería también utilizarse para recordar de qué manera se generó dicha deuda externa, en qué circunstancias, y quién fue beneficiad*, para poder evaluar colectivamente si es justo que la ciudadanía de los países endeudados sufra las consecuencias.
Alicia Lafuente Tomás
Un país como Kenia invierte 17 veces más en pagar su deuda externa que en programas contra el sida. Este ejemplo, de por sí revelador, no es un caso aislado: difícilmente se podrá acabar con la pobreza, si no se toma muy en serio el problema de la deuda. Por ello, resulta preocupante que la Ley de Deuda Externa que debate una comisión del Parlamento no muestre avances significativos en esta materia.
Asimismo, me cuesta comprender que los medios de comunicación apenas se hagan eco del debate de una Ley que pretende afrontar una cuestión fundamental para millones de personas ¿No sería necesario que, junto al debate parlamentario, se abriera también un debate social sobre lo que constituye actualmente un gravísimo problema? Quizás también este sea el momento de plantearnos quién debe a quién, de preguntarnos si el Norte no debe asumir una deuda moral, una deuda social y ecológica con un Sur que, durante demasiado tiempo, se ha visto únicamente como una fuente barata de materias primas.
José Luis Gómez Toré