Las vergüenzas bajo la alfombra

Lanzarote es una isla. De tan básica, la afirmación parece hasta absurda, pero parece que las instituciones no han terminado de asimilarla. Por eso, tres semanas después de que Transmediterránea retirara uno de sus barcos y ...

12 de enero de 2007 (05:08 CET)

Lanzarote es una isla. De tan básica, la afirmación parece hasta absurda, pero parece que las instituciones no han terminado de asimilarla. Por eso, tres semanas después de que Transmediterránea retirara uno de sus barcos y ...

Lanzarote es una isla. De tan básica, la afirmación parece hasta absurda, pero parece que las instituciones no han terminado de asimilarla. Por eso, tres semanas después de que Transmediterránea retirara uno de sus barcos y retrasara a los viernes la llegada de los otros dos con los que hace escala en Lanzarote, no ha habido un solo anuncio, ni una sola declaración de cómo se va a resolver la situación, más allá de anunciar una reunión con la naviera que no termina de concretarse.

La única que ha podido hablar hasta ahora con Transmediterránea es la directora general de Transporte del Gobierno de Canarias, Rosa Dávila, pero no ha querido revelar absolutamente nada de esa conversación, asegurando que su contenido es de carácter "privado". Eso, y algunas declaraciones restando importancia a la situación, es lo único que hemos podido escuchar hasta ahora de los representantes políticos del Ejecutivo canario y del Cabildo de Lanzarote.

Pero más allá de que este asunto pueda terminar llegando a buen puerto, como esperamos que suceda, lo cierto es que sus consecuencias ya se están empezando a sentir. De momento, son plenamente conscientes de ello los empresarios y los comerciantes y, si no se le pone remedio cuanto antes, pronto lo serán también los consumidores.

El sector de las frutas y las verduras ha sido el primero en verse resentido, pero en absoluto es el único, y basta con recorrer algunas tiendas o hablar con algunas asociaciones empresariales y de consumidores para comprobarlo. Porque por más que se intente mirar para otro lado o esconder el problema debajo de la alfombra, sus consecuencias ya están ahí y pueden ir en aumento. Y van desde lo más evidente hasta lo que quizá cueste más imaginar, precisamente porque Lanzarote es una isla, y depende para casi todo del suministro de mercancías del exterior.

Y aunque los más sensibles son los alimentos perecederos, no son los únicos que se están viendo afectados. Se está retrasando el correo que llega por barco, se está resintiendo el sector del metal y están teniendo problemas hasta las farmacias para mantener su stock, ya que por vía área no pueden recibir medicamentos líquidos, como por ejemplo jarabes. De hecho, y aunque se le esté intentando restar importancia al tema, varios farmacéuticos cuentan que ya han pasado días sin determinados productos.

Pero lo peor del asunto es que esto son sólo pequeñas muestras de lo que puede suceder si la situación se extiende en el tiempo. Porque por pequeño que parezca el detalle de que uno de los barcos que descargaban en el puerto de Arrecife deje de hacer escala en Lanzarote, o que otro pase de llegar los miércoles a llegar los viernes, lo cierto es que la diferencia es fundamental, y obliga a cambiar todo el proceso que se seguía hasta ahora.

Incluso, desde la Cooperativa de Consumidores ya advierten que determinados productos, como las fresas, el champiñón o los espárragos, prácticamente podrían desaparecer de los comercios de la isla, ya que no podrían aguantar en buenas condiciones. Y es que descargar el viernes en el puerto implica que los productos no lleguen a los establecimientos hasta el lunes, a lo que encima hay que agregar que el mayor volumen de compras de los consumidores se realiza entre el viernes y el sábado, con lo que irían deteriorándose aún más los alimentos, o incluso habría que tirar lo que no se haya vendido.

Pero además de descender la calidad, también pueden aumentar aún más los precios, en una isla que tiene una de las cestas de la compra más altas del archipiélago, precisamente por esa doble insularidad que ha venido a agravar la decisión de Transmediterránea.

Por eso, aunque es cierto que se trata de una empresa privada y que las instituciones no tienen competencias sobre ella, sí deberían al menos poner el grito en el cielo, moverse o intentar buscar soluciones inmediatas. Porque si el Cabildo puede gestionar restaurantes en los centros turísticos, puede elaborar vino vinagre y hasta va a fabricar hielo, lo mínimo sería que tuviera algo que decir en algo que resulta tan básico e indispensable para todos y cada uno de los habitantes de Lanzarote, como es el transporte de mercancías. Porque Lanzarote, por si alguien no se ha dado cuenta, es una isla. Y aunque a veces no lo parezca, pertenece al primer mundo.

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