Te lo diré en conejero, pa'que me entiendasPor Lorenzo Lemaur. Nacido en Agüimes y conejero de adopción.Soy de los que les gusta cumplir lo que dicen y, por tanto, trato de tener cuidado con lo que digo o escribo. ...
Te lo diré en conejero, pa'que me entiendas
Por Lorenzo Lemaur. Nacido en Agüimes y conejero de adopción.
Soy de los que les gusta cumplir lo que dicen y, por tanto, trato de tener cuidado con lo que digo o escribo. Así que a lo dicho ?en el artículo anterior: "Voló, voló,.."- y paso a explicarles porqué para mi "La Vida Es". Pero para ello, como me da que suelo hacer casi siempre, tengo que remontarme casi hasta la génesis, casi, casi hasta cuando, como les he contado, nací en Agüimes; me vine para Lanzarote con solo 2 años; más tarde pinté en cartulinas negras "las casitas de Temisas"; me llamaron loco cuando me dediqué a entrenar balonmano a mi propia manera; cobré un sueldo de sargento en la "mili"; fui consejero de juventud y deportes del Cabildo con solo 29 años; mis 6 años de presidente de la Asociación de Vecinos de Titerroy; el atrevimiento de escribir y publicar lo que escribo (sin esconder lo que pienso); mi vuelta, tras 12 años, a la política activa; y mis actuales inquietudes, aspiraciones y, porqué no, ambiciones en y para la vida, que, lógicamente, no revelaré. Y en esto último incumplo mi regla de no esconder lo que pienso, pero por pura estrategia, que también de eso se me acusa con menos culpa de la que en verdad tal supuesta virtud alcanzo a poseer.
Pues sí, desde hace no demasiado tiempo (preciso que a esta mención de "demasiado" le pongo la medida de 2 ó 3 años) me he ocupado de afirmarme, concientemente, en afirmar, de forma descarada, que La Vida Es. Pero antes de seguir, como prometí, paso a explicarles porqué las tres palabras en mayúsculas: "La" porque es la mía, la tuya, la de cada uno; "Vida" porque me refiero al concepto vida, a todo lo que vivir conlleva. Vamos, lo que se dice Vida con mayúscula; "Es" porque es como es, sin fatalismos ni predestinación, ni justa ni injusta, sólo es, como se desarrolla desde que naces hasta que mueres.
No siempre pensé igual, lo reconozco. Muchas veces ?lo admito- disculpé o pretendí justificar lo que en mi vida ocurría con aquello tan recurrido de "¡que injusta es la vida!", y, llorando por ello, sin hacer algo, solo soñar, esperaba que alguien a quien no conozco, y del que de pequeño me hablaron mucho, y de quien hoy sigo oyendo hablar (si bien no reparo demasiado en atender a lo que de Él se dice), arreglara mi vida, apelando a la justicia y a lo bueno que siempre he querido ser, me he empeñado en ser y creo que he sido, con mis cosillas, como casi todos, supongo.
El cambio, aunque más correcto será llamarlo transición o quizás evolución, comenzó tras leer un libro que me prestó, y que por cierto no he devuelto, mi amigo Hilario, hablando de algo que entonces me sonaba a chino: "programación neuro-lingüística". Les contaré el proceso en la próxima entrega, pero no les dejaré con la intriga, les digo el título del libro que me prestó el bueno de Hilario: "Él éxito no llega por casualidad", del médico y psicólogo brasileño doctor Lair Ribeiro. Prometo darles más detalles de él.
P.D.: Al contrario de como he venido haciendo en entregas anteriores, en este artículo y el próximo he omitido y omitiré citar con su nombre a los protagonistas de mis vivencias, salvo a Hilario López. Sobre todo porque no cuento con sus consentimientos y, además, entro en profundidades tan profundas que, haciendo caso a mi amigo Orlando Umpiérrez, y dándole la razón,no son para contar.