Restos neolíticos y precolombinos e incluso momias egipcias han permitido a los científicos determinar que la tuberculosis es una de las enfermedades más antiguas a las que se ha enfrentado la humanidad. Una enfermedad que se ...
Restos neolíticos y precolombinos e incluso momias egipcias han permitido a los científicos determinar que la tuberculosis es una de las enfermedades más antiguas a las que se ha enfrentado la humanidad. Una enfermedad que se hizo especialmente patente en Europa con la Revolución industrial, que generó unas condiciones de vida que favorecieron su propagación. Tanto que en los siglos XVII y XVIII, uno de cada cuatro adultos fallecía en Europa por causa de la tuberculosis. Y eso, sin duda, contribuyó a que la simple mención de esta enfermedad constituyera uno de los grandes tabúes de la cultura occidental.
Sin embargo, lo cierto es que hace ya más de un siglo, la tuberculosis empezó a dejar de ser lo que era. Fue en 1882 cuando se descubrió el bacilo que causaba la enfermedad, y desde entonces se han ido creando herramientas para combatirla, hasta el punto que ha dejado de ser una enfermedad mortal, para pasar a ser una enfermedad controlable y para la que hay tratamientos.
Es cierto que actualmente la tuberculosis todavía causa más de dos millones de muertes al año en todo el mundo, y eso sigue alimentando el temor, pero también es cierto que esas muertes no se producen en el primer mundo, sino en países donde también una gripe puede costarle la vida a un niño.
En España, y en particular en Lanzarote, todos los expertos coinciden en señalar que un caso de tuberculosis no debe ser motivo de alarma, ni para el que la padece ni para los que le rodean. Sí de control y de preocupación, pero no de alarma. De hecho, en nuestro país, se producen al año una media de 25 casos de tuberculosis por cada 100.000 habitantes, y eso no implica que a raíz de esos casos la enfermedad se propague por toda la población.
Pero no cabe duda de que es una palabra que de sólo nombrarla preocupa. Que hablar de cuatro posibles casos de tuberculosis en dos institutos de Arrecife y en sólo una semana causa alarma. Y para combatir eso, además de medicinas, hace falta mucha información, pero seria, rigurosa y responsable.
Cuando de salud pública se trata, todos los medios deberíamos hacer una reflexión y aplicar exclusivamente el fin último de nuestra profesión, que es el del servicio. Es decir, ser un vehículo para transmitir información certera y sin alarmismos a padres, alumnos y profesores. Y para ello, evidentemente, es necesaria una complicidad total por parte de las autoridades.
Todo esto no ha sucedido según la Junta Directiva del Instituto de Enseñanza Secundaria Arrecife, que este jueves organizó un paro para cuestionar la labor desarrollada por el director del Área de Salud de Lanzarote, Juan Manuel Sosa, al que acusan de haber aportado datos "incorrectos, no confirmados y contradictorios". Y algo de verdad hay en la acusación de que se han aportado informaciones incorrectas.
Si algo no se puede negar es la disposición de Sosa a atender a los medios desde que accedió a su cargo, pero para una situación de este calado hubiera sido necesario mucho más. Porque él mismo argumentó en algunos momentos, y con razón, que las continuas conversaciones con los muchos medios de esta isla le restaban tiempo para dedicarse realmentea su trabajo. Pero lo paradójico es que tenga que ser el propio director de Área el que uno por uno, vaya atendiendo a todos los medios de comunicación. Aunque hay que destacar que lo ha hecho.
Si algo se ha echado en falta son comunicados oficiales, en los que se fuera informando de la situación, sin necesidad de tener que cursar varias llamadas al día para ver si se confirmaban los casos, o se desconformaban los que ya se habían anunciado previamente.
Porque en temas de este tipo no hay primicia que valga, y lo más importante es transmitir información lo más veraz posible, para que se tomen precauciones si hay que tomarlas, o para que no se genere alarma si no debe generarse. Porque por más que la tuberculosis haya pasado a ser una enfermedad controlable, aunque peligrosamente contagiosa, el miedo de los padres y alumnos también es legítimo cuando nombramos una enfermedad que sigue arrastrando la pesada losa de su pasado.