La próxima guerra por el petróleo

El Medio Oriente posee dos de cada tres barriles de reservas de petróleo conocidos en el mundo. En pocos años suministrará al mundo más crudo que el resto de los productores del planeta juntos. No es fruto de la casualidad, pues, ...

21 de agosto de 2006 (04:45 CET)

El Medio Oriente posee dos de cada tres barriles de reservas de petróleo conocidos en el mundo. En pocos años suministrará al mundo más crudo que el resto de los productores del planeta juntos. No es fruto de la casualidad, pues, que importantes conflictos bélicos se hayan desarrollado en ese escenario: la invasión de Afganistán y de Iraq

se encuadran en ese objetivo. Ahora falta Irán, cuarto productor mundial de crudo y físicamente rodeada de bases militares norteamericanas en el extranjero.

La Administración Bush-Blair-Olmert parece decidida a finalizar la ocupación militar y el dominio de todos los recursos petrolíferos y de gas de la zona. El único obstáculo hoy existente, además de la resistencia iraquí, es el gobierno iraní que, recordemos, no exporta oro negro a EE.UU. desde la derrocación del Sha.

Israel, un Estado más de los EE.UU. en esa zona a estos efectos - no puede obviarse su estratégica posición y su origen histórico, vinculado, entre otros, al objetivo de dominar las reservas de crudo, que ya se sabían cruciales desde las primeras décadas del siglo XX - ha comenzado la partida en el Líbano, pero con el claro objetivo dirigido

a Siria e Irán y, sobre todo, a este último, que en los últimos años se ha convertido, como otrora lo fuera Sadam Hussein, en promotor del terrorismo internacional y amenaza mundial. Casualidades.

El escenario bélico que vivimos es fruto del cenit y declive del petróleo, aunque es respetable la visión - ingenua entendemos - de quien piense que se debe al secuestro de dos soldados israelíes, o a la temible visión de los integristas terroristas malvados sobre la reconquista musulmán del mundo, sin obviar la importancia de la respuesta violenta a los planteamientos militaristas de Bush. Inglaterra está viviendo dramáticamente el declive geológico del Mar del Norte, EE.UU. ve con pánico el declive de Méjico, los obstáculos de Venezuela, su propio declive de petróleo y gas, además de la amenaza de los huracanes, e Israel con pavor su aislamiento y fragilidad en el mundo

árabe. El conjunto de grandes países importadores de petróleo y gas -la UE, Japón, China e India- contemplan con una actitud a camino entre la complicidad y la esperanza que el escenario geopolítico, tras una probable guerra, se haga más propicio para seguir garantizando el suministro de energía para el funcionamiento de sus sociedades. No

parece viable una oposición multinacional al uso de la fuerza. Porque también saben estos países que necesitan de cada vez más petróleo, y no están en disposición de enfrentarse al poderío militar de los EE.UU.

Esta guerra que se prepara no es una cualquiera: Israel y EE.UU. son grandes potencias nucleares, y el recurso a la devastación parece probable ante los fracasos e imposibilidad material de más ocupaciones militares convencionales. Numerosos análisis geoestratégicos confirman esta posibilidad. Por otro lado, la respuesta iraní ante la amenaza no se haría esperar: el estrecho de Ormuz en el Golfo Pérsico, un pequeño brazo de mar que alimenta a buena parte del mundo de crudo vía marítima es una baza que el gobierno iraní puede jugar con cierto

éxito para poner en jaque al funcionamiento de la economía global, y tornar definitivamente el curso de ésta hacia una recesión energético - económica con pocos precedentes en nuestra historia.

Evidentemente la respuesta militar no sería inevitable si se arbitraran mecanismos internacionales justos de reparto de los recursos energéticos, con importantes cambios en nuestros modos de vida, pero no es ese, lamentablemente, el escenario real al que nos enfrentamos. Al contrario, el conflicto parece muy probable ante la actitud de los

gobiernos poderosos del mundo de mantener un modelo intensivo en consumo energético, del que nos beneficiamos un 20% de la población del mundo, para lo que necesitan flujos crecientes de energía en un mundo en declive petrolero, aunque la salida bélica no sea ni mucho menos garantía de una futura pax romana. Al contrario, parecen

también muy probables duras consecuencias negativas para nuestras vidas. Hoy, más que nunca, se hacen visibles escenarios de disminución brusca del suministro de crudo en el mundo, por ataques contra explotaciones petrolíferas o cierre de los canales de salida del mismo en Oriente Medio, como podría ocurrir en una guerra. Y sin suministro constante y seguro de petróleo, simplemente no hay agua, comercio, alimentos ni vida en nuestras sociedades.

Internet está sirviendo de poderosa arma informativa para seguir el proceso de enfrentamiento bélico por la conquista de los recursos energéticos, y hay que agradecer a los analistas geoestratégicos su análisis de lo que allí ocurre, a quienes se deben estas líneas. Mantenerse informados es hoy muy importante.

Juan Jesús Bermúdez Ferrer,

Presidente de Canarias ante la crisis energética

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