Cada vez que se abre un debate en cualquier medio de comunicación de la Isla acerca de los problemas de la sanidad pública es como si se abriera la Caja de Pandora. Inmediatamente se comienzan a remover los jugos gástricos de la ...
Cada vez que se abre un debate en cualquier medio de comunicación de la Isla acerca de los problemas de la sanidad pública es como si se abriera la Caja de Pandora. Inmediatamente se comienzan a remover los jugos gástricos de la mayoría de los ciudadanos y se genera una reacción que no provoca ningún otro asunto. Es tal la indignación que existe entre la población lanzaroteña, que a veces resulta complicado analizar con objetividad las cosas que están sucediendo.
Descartado por completo por este diario la posibilidad de que tanto el director insular de Salud, Rafael Sastre Merinero, como la directora del Hospital General, Blanca Fraguela, den alguna explicación de los males que aquejan a su sector profesional, en la mayoría de los casos tenemos que dar por buenas las numerosas denuncias y quejas que llegan a esta redacción. Tenemos claro que el departamento de Atención al Paciente del Hospital debe ser el más visitado de toda España, aunque no contemos con ninguna estadística oficial que soporte tal tesis. Y, aunque no todo el mundo es lo amable que debería ser, tal vez fruto del notable estrés que se vive en cualquier dependencia sanitaria de Lanzarote, lo cierto es que los profesionales que se dedican a atender algo tan básico como es la salud merecen una medalla. Y nos referimos a los que están, no a los que desertan inmediatamente.
Lanzarote ha dejado de ser hace tiempo, si es que lo fue alguna vez, un destino atractivo para los profesionales de la medicina, que últimamente parece que huyen como de la peste en el momento en el que se dan cuenta de la realidad con la que les va a tocar lidiar. Esta es la última de las quejas que recibimos, la percepción que existe entre la población de que últimamente los médicos van y vienen con demasiada ligereza y con nada de fijeza, dando una aterradora sensación de interinidad de las especialidades que se atienden por estos lares que asusta al más pintado.
La solución a este problema de fuga de médicos -nada que ver con lo que sucedía durante la época de la Guerra Fría con los científicos que cruzaban el Telón de Acero- no es nada sencilla. Eso hay que reconocerlo y contarlo. Sin embargo, pasa, como no podía ser de otro modo, por la implicación del Gobierno de Canarias y de su vicepresidenta, María del Mar Julios, quien es a su vez la consejera de Sanidad. Si no cambia nada, Julios vendrá a Lanzarote para estudiar sobre el terreno todas estas cuestiones.
Eso es al menos lo que dijo durante su visita a la Virgen de Los Dolores, y no creemos que alguien como ella tenga intención de mentir delante de la patrona de la Isla. Estará, y será el momento que habrá que aprovechar para plantear todas las cuestiones que nos arden a todos por dentro: lista de espera, citas que nunca llegan, expedientes que se pierden, traslados que podrían evitarse, falta de especialistas, falta de centros... No lo tiene fácil, pero hay que confiar en que parte del dinero que Coalición Canaria (CC) consiga arrancar en Madrid se destine a las dos islas que más necesidades tienen en esta materia por su notable crecimiento poblacional, que no son otras que Lanzarote y Fuerteventura.