Que Marruecos venga a darnos clases de periodismo a España es un absurdo increíble. Pero lo es más aún que España se lo permita sin cantarles las cuarenta, y sin recordarles a los marroquís sus antecedentes en la materia. ...
Que Marruecos venga a darnos clases de periodismo a España es un absurdo increíble. Pero lo es más aún que España se lo permita sin cantarles las cuarenta, y sin recordarles a los marroquís sus antecedentes en la materia. Conviene recordar que en el Palacio Real de Casablanca, lo que entienden por libertad de prensa tiene más que ver con un cortijo que con una sociedad libre. Llama la atención que las autoridades españolas no les recuerden a sus homólogos de la chilaba las campañas que los medios de comunicación marroquís, con la agencia oficial de noticias MAP a la cabeza, vienen llevando a cabo y en las que se inventan absolutamente de todo con tal de embadurnar la imagen de lo que ellos consideran la colonialista España.
Lo más curioso del asunto es que haya sido una asociación de guardias civiles como el Círculo Ahumada, los únicos que han sacado a relucir el historial de la torticera actuación marroquí contra nuestra Nación. Un historial y un argumentario por cierto que es el que Alfredo Pérez Rubalcaba utilizó para defender a los periodistas españoles frente a su homólogo de interior marroquí, y que en honor a la verdad ha sido el único que ha mantenido un poquito de dignidad en el asunto.
Parece que la Guardia Civil ahora no sólo tiene que dedicarse a defendernos de terroristas y maleantes, sino que también tiene que asumir funciones en asuntos exteriores. Todo eso para que luego les paguemos sus incansables servicios con sueldos de miseria y les condenemos a trabajar sin los medios materiales necesarios. Si no fuera por el carácter militar del cuerpo y por la devoción de esos miles de hombres y mujeres por su trabajo, la verdad es que nos tendrían que mandar a hacer gárgaras.
Mientras Marruecos se permite el lujo de leernos la cartilla a los medios de comunicación españoles, ellos cierran a cal y canto el Sahara, para que nadie vea la escabechina que están haciendo en la antigua colonia española. Mientras su agencia oficial de noticias emite noticias inventadas como que la Guardia Civil de Melilla mató a un joven marroquí en las revueltas de la Cañada, nosotros les respondemos con sonrisas, apretones de manos y recibimientos como si les debiésemos algo.
Mientras el Rey de Marruecos ordena -en la mejor tradición familiar como le enseñó su difunto padre- aniquilar toda resistencia a sus deseos ilegales de quedarse con el Sahara como sea, los nuestros dedican su tiempo y sus esfuerzos a ver si a Montse Nebrera se le cae la toalla o no. Y así continuamos, y así nos luce el pelo. Mientras Marruecos va a lo importante y va cumpliendo su particular hoja de ruta para hacerse con el Sahara, con Ceuta y Melilla, con Canarias y hasta con Toledo si les dejas, aquí hay quien se dedica a vendernos como un éxito que tras tres años de duro trabajo en el Palacio de Santa Cruz, Google Maps haya cambiado el cartelito de la isla de Perejil y ya no figure como marroquí. ¡Qué exitazo, si señor! No, si ahora va a ser que Moratinos hacia las cosas bien y las lagrimas que tanto gustaban al amigo Pérez Reverte eran porque dejaba estos asuntillos a medias.
España lleva muchos años perdida en sus complicadas relaciones con Marruecos. Es verdad que hay que intentar mantener una buena relación con nuestros vecinos, pero esa sólo se puede producir si está incardinada en un respeto mutuo y en la dignidad. Y cuando te faltan al respeto, como viene siendo habitual desde Rabat, se tiene que notar que eso supera las líneas rojas de la corrección y se termina el buen rollito y el colegueo.
El talante se puede practicar cuando no te escupen a la cara, se acuerdan de tu madre o te dan patadas en las espinillas. Pero cuando el que tienes enfrente te pierde el respeto, hay que plantarse y decir basta. Que a Marruecos se le ocurra venir ahora pidiendo que les marquen la línea editorial a los periódicos, tal y como hacen ellos con los suyos, demuestra lo que entienden por libertad. Y ahí, sí señor, si quieren les podemos enseñar un rato largo cómo se practica.
*César Román, portavoz de la Asociación Profesional de Directores de Recursos Humanos.