Sin duda no son los únicos. Muchos hombres y mujeres de la isla y de todo el mundo están sufriendo en carne propia despidos, retrasos en el pago de sus nóminas e incluso la quiebra de sus empresas. La diferencia, en el caso de ...
Sin duda no son los únicos. Muchos hombres y mujeres de la isla y de todo el mundo están sufriendo en carne propia despidos, retrasos en el pago de sus nóminas e incluso la quiebra de sus empresas. La diferencia, en el caso de los jugadores de la Unión Deportiva Lanzarote, es que a la mayoría de ellos les ficharon hace sólo unos cuatro meses y, desde que tuvieron que recibir la primera nómina, empezaron los problemas. Es decir, que les ofrecieron un contrato que quizá les hizo rechazar otras propuestas, algunos incluso dejaron su ciudad y se trasladaron a Lanzarote y, desde que llegaron, no han logrado cobrar un mes completo.
Pero lo peor no es eso. Lo peor es que no saben si podrán cobrarlo en lo que queda de temporada. Y encima, algunos de ellos están "atrapados". Se quieren marchar e intentar buscarse la vida en otro lado, pero el club no les da la carta de libertad. Y es que si se produce una "estampida" antes de que se abra el mercado de fichajes en diciembre, dejando menos jugadores de los necesarios para saltar al campo, los rojillos se enfrentarían a sanciones, a no poder jugar lo que queda de liga y a perder la categoría.
Todo ello, en cualquier caso, absolutamente nimio frente a la situación de 20 familias que no sólo no están recibiendo ingresos, sino que tampoco los pueden buscar en otros trabajos. Llegados a este extremo, los colores de una camiseta no pueden justificar que se perpetúe esta agonía. Y menos, los de una camiseta que en definitiva, con suerte, consigue arrastrar a la Ciudad Deportiva a unos cientos de aficionados.
El presidente del club, Victoriano Elvira, lo dijo tras presentar su dimisión en la pasada temporada, y lo ha repetido ahora, tras regresar a la presidencia y estar en una situación más desesperada todavía: parece que la UD Lanzarote no le interesa a nadie. Puede que tenga razón. Pero de ser así, sigue costando entender por qué se vuelve a topar otra vez con la misma piedra.
Si realmente al final de la liga pasada estaba claro que no había dinero, que las empresas no se comprometían lo suficiente y que las instituciones no iban a estar para tapar todos los agujeros, cuesta comprender cómo se conformó una plantilla a la que costó pagar desde el primer sueldo, y a la que se ha propuesto ahora renegociar sus contratos a la baja (drásticamente a la baja), alegando que los fichajes se hicieron en base a las promesas de un empresario mallorquín, que ahora ha dado marcha atrás y no seguirá aportando dinero. Pero a los jugadores no les proponen renunciar a cien o doscientos euros ante el supuesto "contratiempo", sino a pasar a recibir unos 800 euros por mes. Cifras casi de risa para jugadores a los que se les sigue exigiendo dedicación profesional, y por tanto exclusiva, y que en algunos casos se habían trasladado con mujer e hijos a la isla.
Desde luego no es agradable para la isla y mucho menos para los que de verdad han sido siempre fieles al club y asisten a cada partido a las duras y a las maduras, pero sería mucho más digno adaptarse a los recursos con los que de verdad se cuenta y descender de categoría si es necesario, que prolongar el calvario.
A la hora de acudir a las instituciones en busca de dinero público que financie el deporte, se suele apelar a la promoción que por ejemplo un equipo de fútbol realiza cuando viaja por otras ciudades llevando el nombre de Lanzarote. ¿Realmente, es ésta la imagen que vamos a dar? ¿La de unos jugadores que están emprendiendo medidas de presión porque no cobran y no pueden mantener a sus familias o a ellos mismos? ¿La de una sentada antes de empezar el partido, como la que protagonizaron en el último encuentro que disputaron en casa? ¿La de un equipo que viaja sin entrenador, porque Luis Rueda decidió dimitir, harto de la situación económica y, sobre todo, de la actitud de la directiva del club, que le mandó que plantara cara a los jugadores y les exigiera que acudieran a todos los entrenamientos, pese a que no están cobrando su sueldo?
Sin duda hay muchas personas detrás de los colores rojillos, entre trabajadores y aficionados fieles, pero precisamente ellos son los que más están sufriendo una espiral en la que esos colores, cada vez se empañan más. Y ya va siendo hora de ponerle freno, aceptando lo que tenga que pasar. Si hay que volver a empezar desde más abajo, adaptándose a la realidad del club, habrá que hacerlo cuanto antes. Y es que hasta una muerte digna sería preferible a seguir prolongando esta situación.