Juan Antonio, «El Cone», era de esos amigos que sabías que eran para toda la vida. Importa poco que apenas te vieras con él, que los tumbos de la vida nos llevaran a cada cual por muy distintos rumbos: cuando me acordaba de él, me venía a la mente el conejero ardiente y entrañable que era, apasionado con sus ideas y firme en sus valores como las peñas que nos vieron nacer. No puedo dejar de recordar con qué generosidad me brindaste tu casa en el madrileño barrio de Esperanza cuando lo necesité. Ahí te vipor última vez. Te noté ilusionado, con ganas de volver a Canarias y ponerte al servicio de las ideas que tan coherentemente siempre defendiste. Eso fue lo que hiciste, pero por lo visto tanta nobleza no cabía en una sola isla.
Antes, te recuerdo de fiesta, parrandeando alegre, y también valía la pena compartir esos momentos contigo. Dejaste en Gran Canaria no sólo amigos y hermanos para siempre sino también tu trabajo, tu lucha porque no siguieran destrozando esta isla que también amaste a tu manera. Cuando te empeñabas, con la misma pasión que le echabas a los estudios, eras un volcán. Hoy sabemos que tu volcán no se ha apagado, sigue vivo en cada uno de nosotros, en tu ideal de vivir en una tierra más digna y más libre y sobre todo sigue vivo en el cariño que derrochaste el tiempo que compartiste con nosotros. Recibe estos torpes renglones desde la distancia como el abrazo que te debía. ¡Hasta siempre, compañero y amigo!
Josemi