Ideas y paciencia

Por Alexis Tejera La situación general en la que ha quedado el PSOE después de las elecciones, a todos los niveles, no es sino el reflejo de la tendencia que sufren los partidos socialdemócratas a lo largo del tiempo cuando se descuidan aspectos ...

1 de diciembre de 2011 (16:31 CET)
Por Alexis Tejera
La situación general en la que ha quedado el PSOE después de las elecciones, a todos los niveles, no es sino el reflejo de la tendencia que sufren los partidos socialdemócratas a lo largo del tiempo cuando se descuidan aspectos ...

La situación general en la que ha quedado el PSOE después de las elecciones, a todos los niveles, no es sino el reflejo de la tendencia que sufren los partidos socialdemócratas a lo largo del tiempo cuando se descuidan aspectos básicos dentro de su organigrama ideológico y de funcionamiento, y que de ser bien atendidos se traducen en un apoyo mayoritario, simple o absoluto, de los ciudadanos, auspiciado, fundamentalmente, por el hecho de que se trata del sistema político que mejor garantiza unas condiciones de vida dignas para estos ciudadanos.

Resulta a todas luces una herramienta fundamental que aún conservamos los ciudadanos para controlar y evitar que lo que en su momento supuso el nacimiento de los partidos de masas caiga o revierta en el resurgimiento de partidos de "notables", que de una manera u otra, una parte de la población ya apoya, con su voto, otorgándole en las pasadas elecciones generales la posibilidad de gobierno a un bloque tan oligárquico como el PP, sin ni siquiera conocer cuáles serán sus líneas de gobierno.

Tanto es así que si analizamos los resultados electorales de los dos grandes partidos nacionales, PSOE y PP, mientras el primero ha fluctuado entre los 7 y los 11 millones de votos en las ya 11 elecciones generales que hemos tenido la suerte de vivir, el segundo, independientemente de circunstancias en las que se encontrase se ha mantenido siempre en torno a unos 10 millones de votos.

Estamos hablando de dos tipos de votantes unos, los del PP y otros grupos de derecha, muy fieles, donde predomina fundamentalmente el voto cautivo, y otros, de izquierdas, con un voto menos fiel y más crítico, donde la proporción de voto cautivo se reduce bastante con respecto al primero.

Por lo tanto, la exigencia a la que someten los potenciales votantes de izquierdas a partidos de esta misma ideología impide que se descuiden aspectos tan elementales y a la vez ausentes en otros entornos políticos (partidos liberales) como una fuerte democracia interna en la que contase de la misma manera la opinión de todos y en el que la elección de los candidatos y de los órganos internos se basase únicamente en el voto universal.

A medida que ha ido pasando el tiempo, los partidos en general han ido perdiendo afiliados a la par que las prácticas de democracia interna se han ido reduciendo, sea por pérdida de necesidades renovadoras, por pérdida de vitalidad ideológica o por una mal entendida necesidad de cohesión y eficacia, entre otros, haciendo parecer al partido como un ente cerrado e impermeable que ha resultado muy poco atractivo para la población, fundamentalmente para los más jóvenes. Esto genera una desafección que finalmente se retroalimenta, es decir, la falta de participación de determinados sectores de la población impiden que el partido sea consciente de la realidad social adecuada de los problemas de ese sector, a la vez que si estos sectores de la población no se sienten representados no acceden a participar.

Es por lo tanto la antesala de una premisa que recoge de una manera muy acertada José Félix Tezano en su libro "La democracia incompleta" Madrid, 2002. "?Cuanto menos democrático se hace un partido y cuantos menos cauces de participación interna posibilita, menos capacidad de atracción e implicación tiene a medio plazo. Y eso significa, menos fuerza, menos apoyos potenciales y, por lo tanto, menos eficacia sostenida para el cumplimiento de sus objetivos?"

Efectivamente, existen dos tipos de partidos, los orientados a mantener el sistema político tal como está, y por ende a provechar los resortes de poder que ello les otorga y a garantizar la estabilidad de determinados grupos de poder (CC, PP). Y los reformistas, donde incluyo al PSOE, los cuales lo tienen más complicado puesto que no cuentan con una base sociológica que no solo no es sólida sino que además fluctúa y es muy critica con el modelo, pudiendo pasar de otorgar un apoyo de 11 millones 300.000 votos en las elecciones generales celebradas en el año 2008, a otorgar solo 7 millones de votos en las últimas elecciones generales celebradas (2011). Resulta por lo tanto imprescindible para estos partidos reformistas el potenciar las herramientas democráticas, tal y como ya hemos explicado.

A todo esto, si las herramientas democráticas adecuadas, que permitirían la participación de todos los afiliados, no funcionan, éstos acabarán por buscar los cauces de la evolución democrática, fuera de las filas del partido, que provocará un efecto inmediato de pérdida de fuelle electoral que podría dinamitar al mismo.

El PSOE en Lanzarote no ha escapado a la dinámica que venimos analizando en los párrafos anteriores, y de ello debemos ser conscientes, no solo para no cometer los mismos errores que nos han llevado a obtener los resultados de las recientes convocatorias electorales (mas allá de los problemas coyunturales, como la crisis), sino para crear nuevas líneas de organización y trabajo, que pasan obligatoriamente por la regeneración y revitalización de los cuadros del partido y que son inseparables de la necesidad de avanzar hacia un nuevo modelo de partido, mucho más participativo, y con estructuras de organización propias del S.XXI.

Muchos podrán pensar que se trata de la misma cantinela de siempre, cuando un partido de izquierdas afronta este tipo de situaciones, pero es que irremediablemente debe ser así. Debemos comenzar a trabajar con decisión aportando ideas que encaminen al partido a lograr los objetivos. Lo que denomino "bloque básico", democracia interna, democracia externa y rendición de cuentas.

Los indignados, tanto en Madrid como en Gran Canaria o en Lanzarote, plantean cuestiones que bien podríamos abanderar nosotros, son de nuestra ideología y han decidido buscar otros cauces para reivindicarlas.

Debemos convertirnos en un partido moderno, y que avance a la par que nuestros pueblos y ciudades, eliminando las viejas manías que ya todos conocemos, de juegos de cuotas de poder que terminan por hacer de la elección de los cargos del partido personas que no representan la participación del conjunto de las bases, sino de una representación viciada y que accede al poder con el lastre de la necesaria devolución de favores y no mediante un proceso de selección natural y por lo tanto independiente, mediante un debate interno real, que como ya hemos repetido en este artículo, acabarán por alejar a los militantes del mismo.

En otros partidos funciona, sí, pero porque su base electoral no les exige este debate. Es decir pueden sobrevivir manteniendo esta dinámica. Pero nuestra base electoral, nuestros afiliados, nuestros simpatizantes no. Querían, quieren y querrán participar, y que nuestros problemas los solucione un partido desde la óptica de la transparencia y de la legalidad.

Por lo tanto, es el momento de trabajar, siendo críticos y conociendo nuestros problemas, siendo conscientes, a la vez, de que no podemos repetirlos. Debemos apostar por la transparencia en el proceso, por aportar ideas que nos puedan generar el valor añadido que necesitamos, pero sobre todo, hacerlo con mucha calma e inteligencia, siendo conscientes de que en este partido no sobra nadie, es más, todo lo contrario. Debemos aunar fuerzas y apostar por un proceso de reflexión participativo del que obtengamos el ideario que mejor represente y defienda los intereses de nuestros ciudadanos.

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