En el maremagnum de los problemas de Lanzarote quisiera hoy plantear una denuncia yuna reflexión entorno a la crisis del campo. Por desgracia puedo referirme solamente a una visión personal, que, sin embargo, quisiera compartir. Lo únicos datos que puedo aportar son mi experiencia y mi opinión.
La agricultura en Lanzarote hoy no es un negocio. Para algunas economías familiares constituye casi un lujo al que dedican su amor y sus horas libres, un segundo trabajo muy poco rentable. Está claro que la agricultura no se considera una fuente económica. No lo considera el campesino, heredero de una tradición y unas costumbres vinculadas a la tierra, y no lo considera tampoco el Cabildo, que prefiere promover el dinero fácil y rápido.
Resulta muy gráfico el hecho de que un libro sobre el cultivo de los cereales en Lanzarote publicado por el Cabildo recientemente - "Los cultivos tradicionales de la isla de Lanzarote: los granos, diversidad y ecología",
por Jaime Gil yMarta Peña - haya sido editado por el Departamento de Patrimonio y no por la Consejería de Agricultura, o por un sector más vinculado a la economía. Hoy la agricultura es el objeto de la curiosidad de los antropólogos, digna del respeto que podría recibir un animal en vías de extinción. Se diría que en realidad otros ámbitos de la sociedad se encuentran en el mismo estado que la agricultura: la pesca tradicional, la
ganadería, la artesanía son susceptibles de protección y se consideran momias de museo. Y efectivamente, se trata de sectores básicos del pasado que previsiblemente (y comprensiblemente) no tendrán continuidad en el futuro. Loshijos e hijas de las personas que hasta hoy se han dedicado al campo total o parcialmente, estudian una carrera universitaria, tienen un negocio más rentable y cómodo, trabajan en los servicios y hostelería o en
cualquier caso mayoritariamente buscan una alternativa al penoso trabajo del campo. Teniendo en cuenta la falta de un sistema que de salida a los productos y futuro a los productores (sobre todo a los pequeños productores
que la llevan a cabo artesanalmente y con pocos medios) la única salida será el abandono del campo, o bien su explotación por parte de quien se lo pueda permitir a través de la contratación de mano de obra barata.
Mano de obra muy barata se podría considerar la de los propietarios de la uva que en la cosecha pasada malvendieron a las bodegas un fruto de altísima calidad sólo por no ver estropearse al sol el durísimo trabajo de todo un año, ante la pasividad de las instituciones (y de los propios afectados, que tampoco opusieron, que se sepa, una gran resistencia al atropello). Ante esta situación el Cabildo propuso una unica medida basada en la compra del
excedente de uva. ¿Qué significa esta medida? ¿Formaba parte de un proyecto más amplio, de una auténtica política económica o al menos cultural, o era un parche para acallar protestas y cerrar con dinero de todos las bocas de quienes tenían derecho a un trato mejor? ¿Era una limosna? ¿Qué sentido tenía esta inversión de dinero público? El caso es que conociendo el desenlace de la historia (el mosto adquirido se estropea y en el más grande de los bochornos se declara la posibilidad de fabricar vinagre) la cosa adquiere un cariz aun mas esperpéntico.
"Gracias por una cosecha histórica" era el lema con el que el Cabildo celebró en aquellos días, si no recuerdo mal, en los medios de comunicación isleños el polémico proceso de recolección de la uva del año 2005. Hoy los agricultores de la viña tratan de salvar en plena soledad lo que no destruyó la tormenta tropical. Buscar información sobre las ayudas para paliar los efectos del Delta fue un divertido viaje turístico por la isla, porque del Ayuntamiento de San Bartolome me mandaron al Cabildo, y del Cabildo me mandaron de vuelta al Ayuntamiento. Todavía hoy no sé si admirar más el desconocimiento o la falta de coordinación entre las dos instituciones.
Después me informaron de que sólo podría percibir indemnización quien se dedicara a la agricultura a tiempo pleno. Hace poco supe que para recibir una ayuda del Gobierno de Canarias tendría que contar y medir los muros
caídos. Supongo que vendrá un técnico a confirmar los datos aportados porque de otro modo imagino las piedras de los muros de la isla multiplicarse por diez. No sé cuál ha sido la reacción de otros Cabildos canarios al desastre
del Delta pero está claro que la del Cabildo de Lanzarote ha sido hasta ahora lenta e insuficiente. El hecho de que las medidas sean lentas y contradictorias demuestra la inexistencia una linea clara de actuación y la falta de un programa que prevea y minimice los desastres naturales. De
cualquier modo conviene cuestionarse: ¿es necesaria la actuación directa del cabildo en este caso? ¿Cómo deberían dividirse las competencias entre las distinctas instituciones? ¿Qué significa para Lanzarote el sector primario? ¿Una carga? ¿Un adorno? ¿Qué actitud deben tener los organismos publicos hacia él? ¿Paternalista? ¿Indiferente? ¿Debe cuidarlo por compasión o,
considerándolo un sector económico, debe potenciarlo? ¿Tiene sentido que se haga cargo del campo? ¿Se considera un negocio particular o un patrimonio de todos?(En todo caso aconsejaría a los responsables aprovechar el mismo medio que usaron para agradecernos la cosecha, para informar ahora claramente a los afectados de las medidas que se hayan establecido).
Personalmente considero que el problema son las políticas. La retorica con la que se defiende la tradición y el trabajo del campo (incluso entre gentes de partidos que se autodeclaran defensores de la patria) se vuelve vacía si
no se elaboran politicas efectivas que protejan y potencien este sector con previsiones a largo plazo. No son las palabras y las buenas intenciones, sino los proyectos, los que demuestran la verdadera actitud de la sociedad hacia los problemas,y desde luego, no existe un proyecto serio que no venga precedido por una reflexión y un análisis. La actitud de la sociedad de Lanzarote hacia la agricultura demuestra que no se reconoce el papel del
agricultor en la conformación del paisaje (el mismo paisaje que vendemos en la guías turisiticas y que muchas personas creen salido del volcán), ni su originalidad como propuesta de desarrollo sostenible -propuesta que nos
sitúa en la vanguardia de una mentalidad nueva que interesa a todo el planeta- ni la aportación que supone al patrimonio de la Humanidad.
Demuestra asimismo que no está dispuesta a apostar por una fuente económica distinta al monocultivo del turismo. Si es así, las instituciones públicas deberían dejar de aplicar parches y empezar a encauzar lo que invierten en
el campo en ofrecer alternantivas a quienes se dedican a ello sobre todo por motivos económicos. El precio, más allá de lo económico, será la pérdida del bagaje de sabiduría adquirida durante siglos de adaptación a un medio muy particular. Pero la salvación de la agricultura propia de Lanzarote, entendida como cultura, pasa obligatoriamente por la reivindicacion y la proteccion de la figura del agricultor, heredero de un bagaje cultural no escrito, que permanecerá sólo mientras exista quien la practica.
Teresa Cabrera Silvera