por VÍCTOR CORCOBA HERRERO
Estos políticos españoles son un verdadero problema. Nos alarman hasta meternos el corazón en un puño. Pasan de entenderse. De aceptarse. Se soportan mal y se acusan como niños caprichosos. Suelen apasionarse con pocas luces y los bolsillos vacíos de moralidad. Es lo normal, cuando se pone la afiliación política por encima de la coherencia social y del sentido común. La corrupción está a la orden del día. Toda una desgracia. Así no se puede injertar conciencia social. Algunos, verdaderos malvados, disfrazan sus intenciones con argumentos que son una auténtica guinda. Hablar es fácil, tan sencillo como alardear de poder y relamerse de gusto. Obrar en la verdad es otra cosa, cuesta una vida y vale un corazón.
Los políticos, más vividores que servidores y más mediocres que sabios, saben que teclas tocar para encender pasiones y sonrisas bobaliconas. Por algo nacieron los asesores de imagen. Para llevarnos a su huerto. Al amén, por unas migajas. Pero, ¡ojo, al dato! Cuidado con la manipulación de los sentimientos innatos, con el lenguaje y las semánticas, con el anuncio de caramelos. Los engaños al final pasan factura y expiden justicia. La prosperidad requiere acciones educativas y educadoras, cultivos honestos y cultivadores unidos, gobiernos que eviten la demagogia y ordenen prioridades. Las cosas no funcionan tan bien en este país como se dice. Para empezar, lo he dicho muchas veces, cada día es más complicado que a uno le dejen vivir según su conciencia. En parte, por culpa de estos dioses humanos que pretenden dirigirnos la vida a su antojo y manera. Han desterrado de su agenda la concordia, la conciliación y la cordialidad, la unidad. Qué pena.
Aquella política que discordia no tiene sentido. Por poner un ejemplo actual: No sólo Cataluña tiene rasgos característicos de nación desde un punto de vista cultural, de percepción propia, de historia, también cada provincia. Más todavía, cada pueblo de España. Llevarlo hasta el extremo, genera egoísmo y rupturas innecesarias, a corto plazo violencias entre frentes y fronteras, cuando lo que debe espigar es el espíritu de solidaridad entre nacionalidades y regiones. Pónganse de acuerdo los políticos, promuevan unas comunidades autónomas más humanas, derrochen menos y humanícense junto a las crecientes bolsas de marginados que subsisten con hipotecas y tarjetas de plástico. Realmente son un problema estos políticos, enfrascados unos contra otros, enrolados en la contradicción perenne y en el derroche continuo. Claro, luego pasa lo que pasa. Los juzgados no dan abasto a poner en orden el desorden de estos legisladores que promulgan contra natura y contra todo principio responsable. Que calvario. Veo que la ciudadanía empieza a no dar crédito a estos desvergonzados mandamases. Y eso, por si mismo, ya es grave.