En el nombre de la crisis

Durante meses se ha evitado nombrar la palabra crisis, sobre todo desde el Gobierno, pero lo cierto es que el término se está imponiendo como una verdad aplastante e incontestable. Al menos, para las familias que la sufren en carne ...

9 de mayo de 2008 (07:50 CET)

Durante meses se ha evitado nombrar la palabra crisis, sobre todo desde el Gobierno, pero lo cierto es que el término se está imponiendo como una verdad aplastante e incontestable. Al menos, para las familias que la sufren en carne ...

Durante meses se ha evitado nombrar la palabra crisis, sobre todo desde el Gobierno, pero lo cierto es que el término se está imponiendo como una verdad aplastante e incontestable. Al menos, para las familias que la sufren en carne propia. Porque a los que ahora pasan apuros para llegar a fin de mes al ver cómo suben la hipoteca y la cesta de la compra, se suman también los que están engrosando cada mes las listas del paro. Y es que tras esos números, hay personas, familias e historias en muchos casos difíciles.

Son la evidencia de que la época de las vacas gordas ha llegado a su fin. Y la isla ya no es capaz de asumir toda la mano de obra que demandaba hasta hace bien poco. Algunos lo asumen y cogen sus maletas para deshacer el camino que anduvieron hace años, cuando se trasladaron a Lanzarote para empezar una vida nueva. Otros se resisten, porque sienten que éste ya es su hogar. Pero todos ellos son un reflejo de una situación que ya no puede ocultarse.

Afortunadamente, y en el contexto de una crisis que va mucho más allá de las fronteras de Lanzarote, la isla al menos está manteniendo a salvo su principal motor económico, ya que las cifras turísticas de los primeros meses del año incluso reflejan una recuperación con respecto a 2007. Y sin duda será clave seguir mimando y potenciando este sector, porque su hundimiento sí sería el de toda la isla.

Pero también habrá que buscar salida al resto de las actividades económicas de la isla, porque tanto el sector servicios como la construcción siguen aumentando la lista de desempleados y, en definitiva, afectando a toda la cadena económica. Y además de esperar las medidas que deban impulsarse en el país desde administraciones superiores, Lanzarote también tiene que ponerse las pilas. Y para ello debe empezar por reactivar una isla cuyo estancamiento surge muchas veces de las propias instituciones. Al menos, en el nombre de la crisis, es hora de aprender de los errores del pasado.

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