EL TITULO DE CENTENARIO

"Yo tengo hecha con el cielo una escritura perpetuade no marcharme del mundohasta que la muerte venga". Augusto FerránUn periodista, falto de noticias, se fue un día a ver un ...

24 de marzo de 2006 (13:13 CET)

"Yo tengo hecha con el cielo

una escritura perpetua

de no marcharme del mundo

hasta que la muerte venga".

Augusto Ferrán

Un periodista, falto de noticias,se fue un día a ver un centenario.

-¿Ha sido usted fumador? -le preguntó-. ¿Ha trasnochado? ¿ Ha bebido mucho alcohol en su vida? ¿A qué atribuye usted su avanzada edad?

-He sido fumador -le respondió el centenario-, he trasnochado, he bebido en mi vida bastante alcohol,y si actualmente paso de los cien años sólo puedo atribuirlo al hecho de haber nacido en el año 1902...

Generalmente se cree que todos los centenarios han sido siempre hombres de costumbres muy moderadas,pero si se tiene en cuenta que ninguno de ellos obtuvo el título de centenario hasta que no cumplió los cien años, se le perdonará fácilmente cualquier exceso que haya podido cometer en los primeros noventa y nueve, cuando aún no había ingresado ni sabía que iba a ingresar en el gremio. Durante su juventud y su edad madura, los centenarios son hombres o mujeres como los demás y no es nada extraño que de vez en cuando se tomen unas copitas, que fumen algunos cigarrillos, que hagan una partida de tute con los amigos o que se acuesten con cualquier pretexto a las tres de la madrugada. A ciertas personas una conducta así quizá le acortase un tanto la vida, pero a otras, parece que se la prolonga de un modo considerable y el candidato a centenario carecerá siempre de normas fijas a que atenerse.

Se dice que el buen carácter es una de las cosas que más desarrollan la longevidad, pero, así como hay centenarios de un natural dulce y ecuánime, que no pillaron un berrinche en toda su vida, así los hay también tan irascibles y cascarrabias que le dan a uno la impresión de estar conservados en vinagre. Tampoco es cierto que todos los centenarios se hayan pasado la vida en comunión con lanaturaleza respirando los aires saludables del campo o de la montaña. Los centenarios del medio rural habrán podido hacerlo así, pero los urbanos no tuvieron más remedio que adaptar su aparato respiratorio a la atmósfera contaminada de la ciudad, en donde se pasaban todos los días, a excepción de algún fin de semana.

No. No existen lo que pudiéramos llamar normas matusalénicas y ni siquiera la buena salud constituye una garantía de longevidad, porque hay organismos muy fuertes y robustos que se desmoronan como un castillo de naipes al primer resfriado, y hay quien llega a los cien años a fuerza de toser y carraspear. Ahora, el que ha tenido unos padres centenarios, parece que está, por herencia biológica, en mejores condiciones que otros para llegar a su vez a la centena y esto, le da nueva luz al chiste del centenario y los turistas.

-No. Nunca he tomado una gota de alcohol -decía el centenario-. Nunca he fumado. Nunca he trasnochado...

Y, cuando los turistas estaban más firmes en su convicción de que no hay longevidad posible fuera de la moderación y el método, se oyó una gran trapatiesta en medio de la calle.

-¿Qué pasa? -preguntaron.

-No se alarmen ustedes -le respondió el centenario de buenas costumbres-. Seguramente es mi padre que, como todas las noches, habrá bebido más de la cuenta y andará escandalizando por ahí...

Es un hecho indudable el que ahora se envejece mucho más tarde que antes. La línea divisoria entre edad madura y vejez ha sido desplazada por una serie de factores, entre los que figuran la higiene, la alimentación y sobre todo, el carácter apremiante de un tipo de vida que no deja tiempo ni siquiera para envejecer. Pero hoy como ayer, a los cien años se entra en el gremio de los centenarios. Y a esa edad, como dijo el poeta: "La muerte ya no me espanta / tendría más que temer / si en el cielo me dijeran / has de volver a nacer".

Francisco Arias Solis

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