El seductor malvado

28 de octubre de 2018 (18:44 CET)

Nunca me he permitido la impertinencia de opinar sobre la orientación sexual de nadie, ni siquiera sobre la del senador Joel Delgado. Si no fuera porque me parecería despectiva tal afirmación diría que sus relaciones sentimentales me importan un bledo, en el bien entendido de que lo que quiero decir es que nunca me ha importado cómo vive nadie su sexualidad o qué relaciones tiene, incluido Joel Delgado.

Insisto, nunca he opinado sobre la orientación sexual de nadie y tampoco lo he hecho sobre la del senador Joel Delgado. Lo repito, no he opinado sobre la orientación sexual de Joel Delgado.

Me he limitado a exponer hechos: la pareja sentimental del senador Delgado fue detenida en la Operación Unión y esa afirmación se sostiene, sin ningún género de dudas, con la documentación obrante en las diligencias abiertas con motivo de la citada operación.

Hice esa afirmación para tratar de arrojar luz sobre algunas de las claves que explicaban mi comparecencia en una comisión del Senado como consecuencia de la petición expresa de Joel Delgado. Joel Delgado puede tratar de negar que me haya convocado por esas razones, tiene tanto derecho a negarlo como yo a sostener lo contrario. Lo que no admito es que afirme que miento y que niegue que se detuviera a su pareja sentimental al estallar la Operación Unión.

Además, lo que tampoco admito es que en un artículo lastimero Joel Delgado me atribuya el haberle atacado por su orientación sexual. Al igual que se refugió en enfermedades de familiares, cuando aparecieron sus facturas irregulares con el Cabildo, ahora pretende parapetarse en un supuesto ataque a su orientación sexual que no se ha producido.

Como se esconde detrás del antiguo alcalde popular, tomando su nombre en vano y atribuyéndose su herencia. Imagino que también aceptará, como parte de la misma, la indecencia de esperar para presentar la moción de censura a que dos concejales salieran de la cárcel en la que estaban precisamente por saquear Arrecife (algo que ya reconocieron en los juzgados).

Y sí, reconozco que he opinado sobre Joel Delgado, no sobre su orientación sexual, sino sobre su comportamiento deleznable con su pareja, las presiones a que le sometía, o el brutal chantaje emocional del que le hizo víctima.

Las transcripciones de las conversaciones entre Joel Delgado y su pareja, y de los SMS que se intercambiaban, relatan el acoso constante de Delgado, una presión permanente para que accediera a sus exigencias.

Pero no solo presionaba reiterando machaconamente sus peticiones. Exigía a su pareja que no le llamara más. Le acusaba de mentir cuando decía que le quería mientras no accedía a sus solicitudes. Le enfrentaba a la contradicción que suponía presumir de amor cuando no lo probaba con sus actos, pues no solo no conseguía enchufar a su madre en el Ayuntamiento de Arrecife, sino que no le ingresaba como antes, para hacer frente a determinadas necesidades económicas de carácter personal.

Ese relato, desagradable en grado sumo, es el que me lleva a opinar sobre Joel Delgado, y no su orientación sexual. Me parece intolerable el ejercicio de cualquier tipo de violencia en cualquier tipo de relación. Me repugnan el chantaje emocional y la presión. Me indigna que alguien se sirva de los sentimientos de otra persona para extorsionarla y obtener favores económicos.

No. No he opinado sobre la orientación sexual de Joel Delgado. He opinado de cómo se sirvió de su relación con su pareja sentimental, que era concejal en Arrecife para tratar de enchufar a su madre en el Ayuntamiento mientras, de paso, le exigía que le cubriera determinadas necesidades vitales sometiéndole a una presión que cabe tildar de chantaje.

Estremece contemplar, a través de las transcripciones, a un hombre enamorado de otro más joven en quien ha creído encontrar a alguien digno de su amor cuando, realmente, había tenido la mala suerte de encontrarse con alguien que se comporta como una sanguijuela.

Lo que critico es el comportamiento de Joel Delgado, no que su pareja se llamara Ubaldo Becerra.

 

Por Carlos Espino

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