El poder de las mujeres

En una isla donde una mujer, Manuela Armas, es presidenta del Cabildo, donde otra mujer, Inés Rojas, ocupó ese mismo puesto en la legislatura pasada, y donde en ese mismo periodo, y durante más de un mandato, la alcaldía de ...

18 de abril de 2008 (08:50 CET)

En una isla donde una mujer, Manuela Armas, es presidenta del Cabildo, donde otra mujer, Inés Rojas, ocupó ese mismo puesto en la legislatura pasada, y donde en ese mismo periodo, y durante más de un mandato, la alcaldía de ...

En una isla donde una mujer, Manuela Armas, es presidenta del Cabildo, donde otra mujer, Inés Rojas, ocupó ese mismo puesto en la legislatura pasada, y donde en ese mismo periodo, y durante más de un mandato, la alcaldía de la capital de la isla también tenía rostro femenino, el sexo de los gobernantes dejó de ser noticia hace tiempo. Y a cada una se le ha juzgado por su gestión, y no por su género. Pero lo cierto es que volviendo la vista a lo que en los últimos días ha sucedido en la política del Estado, el panorama parece bien distinto.

Y si el hecho de que nueve mujeres hayan sido designadas ministras en el nuevo Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha hecho correr tantos ríos de tinta, el día que una mujer ocupe la Presidencia de España se paralizará el país. Ésa es la sensación que deja la que ha sido la noticia nacional de la semana, marcada por la conformación del nuevo Ejecutivo. Y lo triste es que lo que en principio es un síntoma del cambio de los tiempos, en los que puede haber más mujeres que hombres ocupando carteras ministeriales, ha terminado por demostrar todo lo contrario. Es decir, que la igualdad todavía no ha llegado.

Por un lado, por las lamentables reacciones que se han producido en algunos sectores del país y hasta más allá de nuestras fronteras, con comentarios especialmente ofensivos como los que llegaban desde Italia en boca de Silvio Berlusconi. Por otro, por la imagen que el propio Gobierno ha transmitido con estos nombramientos, vendiéndolos como si se tratara de un trofeo del progresismo y contribuyendo así a que sólo se hable de las nuevas ministras por su género, y no por su valía o por sus méritos para haber alcanzado ese puesto.

Es cierto que aún queda espacio por recorrer y que, como dice el tópico, el día que haya tantas mujeres sin capacidad como hombres incompetentes al frente de puestos de responsabilidad, será cuando de verdad se haya alcanzado la igualdad, pero al hablar del Gobierno de España, y a estas alturas de la vida, los ciudadanos, las ciudadanas, se merecerían otra cosa. Tendrían derecho a saber qué saben de Industria, del Ejército, de Economía o de Sanidad cada uno de los hombres y mujeres que han sido nombrados para ocupar esos ministerios. Y no si la estadística dice que hay más féminas o si se ha batido un récord de juventud o de cantidad de ojos azules en los despachos ministeriales.

Porque los signos están muy bien y a base de banderas se ha conseguido que se reconozcan los derechos de las mujeres, pero el verdadero cambio llegará cuando, sin titulares ni aspavientos, ocupen puestos de relevancia en igualdad de condiciones que los hombres. Y no apelando a la "discriminación positiva", sino por mérito propio.

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