Ahora que "mis más hermosos sueños mueren dentro de mí" ; ahora que mis sueños eróticos de juventud, muertos desde que me casé, ya no endulzan mis noches; ahora que el sexo me empieza a sonar a literatura, con más pasado que presente y muy escaso futuro;ahora ¡Dios bendito! que tengo más amigos dentro que fuera de San Román; ahora que ya voy proa al marisco; ahora, siento la necesidad de rememorar los buenos momentos vividos. Acaso regodeándome en ellos, pueda acallar a mi defraudada conciencia por tantos momentos que pudieron ser buenos y que yo como un imbécil desperdicié, ¡Dios del cielo! ¿Pero cómo se me pudo escapar Juanita, si estaba ralita, ralita? ¿Y Andrea?...¿Y Paquita?... etc. etc. Bueno, tampoco fueron tantas y con un etcétera hay de sobra.
La verdad es, que rememorar el pasado en nada me consuela, es más, me deprime y me dan unas ganas locas de recuperar lo perdido, ¿pero cómo, si Juanita ya es abuela? .
Acometiendo nuevas empresas, será, y eso, en esta edad mía, es peligroso y corro el riesgo de hacer el más espantoso ridículo. De todos es sabido que el miedo a envejecer, hace que puretas de solvencia moral contrastada, cometan muchas tonterías para seguir pareciendo jóvenes. Puede que a mí me esté pasando lo mismo, o que el maldito alzheimer ya está tocando a mi puerta: Gracias a Dios he superado la tentación del pantalón a media canilla y aún no me he teñido la barba y mi cada vez más exigua cabellera, pero, últimamente me afeito todos los días, me gusta más escuchar a los lunnis que a los políticos, y lo que es peor, el recalcitrante sueño de "el niño y el delfín" de nuevo ha vuelto a mis noches. También, todo hay que decirlo, a veces, sólo a veces, sueño con Caperucita Roja.
Con cierta periodicidad y a lo largo de mi niñez y pubertad, he soñado con las imágenes, en plan secuencia cinematográfica, de un veloz delfín surcando las aguas del mar con un sonriente infante montado sobre su lomo. La manifestación y repetición de este sueño, pienso que es la consecuencia lógica de mi amor por los animales y de haber leído siendo niño, un artículo sobre la existencia de una escultura procedente de la Grecia Clásica, en donde está representada tal cual, el delfín niñera de mi sueño. Puede que sea normal que esa lectura, unida a mi ingenuidad de niño haya grabado en mi subconsciente la entrañable historia del salvamento de un pequeño náufrago por un simpático delfín. Lo que ya no parece tan normal es que se haya mantenido larvada durante tantos años en el rincón onírico de mi mente y que ahora aflore con tanta contundencia. No pasan dos noches sin que el recurrente delfín vuelva a nadar por las revueltas aguas de mi mente tan pancho como en mi niñez.
Un ancla en el pasado, resistencia a envejecer, no eres tan duro etc. ,todo normal, diría un curacocos piadoso. Otro no tan piadoso, más o menos diría, con los años ha aumentado en su psiquis la censura onírica y por lo tanto ya no afloran sus felices sueños de vuelos triunfales, indicativos de sus anhelos sexuales, sino solamente los esencialmente buenos, debido a que su tan negada existencia de Dios, empieza a ser cuestionada por su consciente, obligado ante todo por el miedo y convencimiento de que ya no le quedan a Ud. muchas primaveras. ¡¡ La madre que lo parió!! .
Para más inri diré, que hace unos días tropecé con Juanita a la puerta del Super y le hice caer los paquetes que llevaba. No dijo nada, pero su mirada sólo tenía una traducción posible; ¡ Sigues siendo el mismo imbécil de siempre!.
J.P. PARRILLA