El futuro del mundo en el vientre de todas las mujeres

Con el propósito de remover nuestras conciencias, anuncios y noticias nos aturden a diario con macabras imágenes de niños y niñas asolados por el hambre y la sed. famélicos bebes aferrados a la teta de su madre enfermos de malaria, ...

9 de junio de 2006 (10:35 CET)

Con el propósito de remover nuestras conciencias, anuncios y noticias nos aturden a diario con macabras imágenes de niños y niñas asolados por el hambre y la sed. famélicos bebes aferrados a la teta de su madre enfermos de malaria, diarrea, sarampión o disentería. Reclutados por las milicias como carne de cañón, victimas del sida en muchos países. Puestos a trabajar antes de saber jugar, vendidos como esclavos, subidos a pateras sin rumbo, prostituidos a turistas sin escrúpulos, niños de la calle educados por el pegamento, las drogas y las pistolas. abandonados a su suerte por sus padres, por un sueño, tras cruzar la frontera.

Decía el carpintero de Nazareth "no digáis que el reino de Dios esta mas

allá de los ríos o mas allá de las montañas, porque he aquí, el reino de

Dios esta entre vosotros" Lucas 17:21. Entonces ¿cómo acabar con todas estas injusticias?

La solución a estos problemas esta al alcance de todas las mujeres del

mundo. En el vientre de todas las madres. Cada nuevo hijo en el tercer mundo es un candidato al hambre, la sed, la guerra, a la miseria, la enfermedad, a la emigración o cualquiera de las lacras que lo asolan. Y en el mundo desarrollado, cada hijo de trabajador es un candidato a la explotación, al paro, la marginación, etc. Así, si la gente deja de traer niños al mundo en pocos años notaríamos cambios sustanciales en la calidad de vida de todas las personas en nuestro mundo y en el plazo de una o dos generaciones ya no existirían ni ricos ni pobres y "muerto el perro se acabo la rabia".

El mismo Jesús, llevado camino del calvario, a unas mujeres que lloraban y lamentaban, vuelto a ellas, les dice: "no me lloréis a mi, llorad por

vosotras mismas, y por vuestro hijos, porque vendrán días en que dirán:

bienaventuradas las estériles, los vientres que no engendraron, los pechos que no criaron y mejor tirarnos por un barranco que quedar en cinta" Lucas 23:28-29.

¿Qué pasara cuando no haya brazos para empuñar armas? ¿Quién hará las guerras? ¿Se terminara el hambre en el mundo, si la escasa mano de obra que hay, está expuesta a ella? ¿Permitirían las enfermedades los gobernantes en el tercer mundo, si cada afectado dejase de cubrir su puesto de trabajo y no hubiese sustituto? ¿Habría emigración si la natalidad fuese tan baja que no alcanzasen a cubrir sus puestos de trabajo en los países de origen? ¿Habría explotación obrera si no hubiese trabajadores para cubrir los puestos de trabajo? ¿Que pasara cuando quieran cultivar un campo y no haya brazos para trabajarlo?

No se preguntan ¿porque los países más ricos tienen la tasa de natalidad más baja y los más pobres la tasa de natalidad más alta? La moral de la iglesia contra el aborto y los anticonceptivos son y han sido el crimen más grande cometido contra la humanidad, ya que traer hijos al mundo que no tengan las necesidades económicas y afectivas cubiertas es condenarlos al sufrimiento.

Según la iglesia católica el aborto es un crimen por matar a un embrión o

feto en formación, pero no es ni un crimen ni una irresponsabilidad traer

hijos al mundo, cuando de antemano tanto sus padres como la iglesia católica saben que van a pasar todo tipo de privaciones físicas y emocionales, y en millones de casos su corta infancia desembocara en la muerte por falta de agua, comida,por enfermedad o conflictos bélicos.

Un crimen premeditado por la iglesia católica al servicio fiel del

capitalismo para aportar a este, toda la mano de obra barata y sumisa

necesaria para su enriquecimiento y expansión. Esta bien tener un hijo si

puedes mantenerlo. Pero es vergonzoso sostener una moral que alaba a las familias numerosas, que no tienen nada que llevarse a la boca, con 4, 6 o 9 hijos a los que alimentar, y sin un techo que cubrirlos. Animo mujeres y hombres, por vuestros hijos. Atte.

Antonio Cánaves Martín

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