El eclipse educativo

Las honorables autoridades educativas patrias, de todas las ideologías, que tanto inflan de continuo sus discursos haciendo propaganda barata de lo importante que es relacionar en todo momento las actividades escolares con la vida ...

5 de octubre de 2005 (13:36 CET)

Las honorables autoridades educativas patrias, de todas las ideologías, que tanto inflan de continuo sus discursos haciendo propaganda barata de lo importante que es relacionar en todo momento las actividades escolares con la vida cotidiana, no podían programar mejor recibimiento al excepcional eclipse anular de sol, que prohibiendo terminantemente que en periodo tan singular los estudiantes puedan salir a los patios de los centros bajo ningún concepto. Declarado oficial y definitivamente no apto para menores en el último momento, no se ha encontrado mejor modo de conjurar el severo peligro de tener que asistir a la irreversible transformación de las infantiles retinas en chicharrones. «Quien quiera verlo, que haga fuchina si se atreve, o que se espere al diferido de los correspondientes telediarios. Basta. El mayoritario resto del alumnado tendrá que hacerse cuenta que está cayendo un bombardeo de rayos malignos y disponerse a mordisquear el bocadillo de mortadela sin salir del aula más que para ir al servicio». La seguridad, sobre todo la de los capos de la mafia, ha sido, es y será siempre lo primero.

El precipitado anuncio de tan inmerecida prisión preventiva y generalizada, nefasto para la enseñanza de las ciencias naturales, ha tenido para algunos, sin embargo, el efecto colateral de servir de inesperada jornada de reflexión cívica forzosa: «¿Ni gimnasia, ni recreo, ni nada...y no llueve? ¿Puede concebirse nada más triste?». ¿Pero qué menos podría esperarse de una estructura politica y social que, por sistema y sin pudor ninguno, ha de admitir que no sabe cómo erradicar el grave problema de la indisciplina en los centros educativos, que obliga a promocionar al alumnado sin que haya conseguido los niveles mínimos necesarios para ello, que permite el proselitismo religioso organizado dentro de sus propias instalaciones, que pretende hacernos creer que el alumnado con necesidades educativas especiales se encuentra bien atendido, que claudica complacida ante el absurdo nacionalismo, que mira por la ventana con la vista perdida en el infinito mientras los más abyectos carniceros se aplican con método a la mutilación genital de las criaturas...? Lástima que la trágica astracanada no venga a concluir como el célebre chiste consagrado sobre el tema, y que el que termine eclipsándose totalmente al final, frente a la infantil tropa debidamente formada en el patio, sean los prebostes del tinglado educativo y sus lacayos, todos en traje de campaña. Se trataría de un raro y celebrado fenómeno que, por desgracia, no suele ocurrir todos los días.

José Francisco Sánchez Beltrán

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