"El tiempo que ibas contando
por años, meses y días,
por horas y por minutos,
era el tiempo que perdías."
José Bergamín.
La salud supone el primer problema en el orden de prioridades de los españoles mayores de 65 años. La solución está en proporcionarles una información completa y animarles a participar alegre y activamente en el mantenimiento de su propio bienestar, para que puedan participar con ilusión y entusiasmo en el festín de la vida.
Un 13% de la población española, más de cinco millones de personas, tiene más de 65 años de edad. Son oficialmente ancianos a los que se le compra la inactividad por unas cuantas monedas, a lo que es lo mismo, una pensión de jubilación. Pero se da la circunstancia de que cuando les llega la hora de la jubilación les queda muchos años por delante. La esperanza de vida media de una persona de 65 años es hoy, en España, de 18 o 19 años si es mujer y de 13 o 14 años si se trata de un hombre.
Este 13% de la población aparece destacado en primer lugar en muchos de los índices relacionados con la salud. Es el que consume mayor número de medicamentos muchos de ellos innecesarios, cuando no nocivos. Es el que genera más consultas médicas ambulatorias y más ingresos hospitalarios; el que tiene estancias más prolongadas durante esos ingresos y, en definitiva, se convierte, aunque con frecuencia no sea así reconocido, en el protagonista principal de cualquier sistema de salud. Sin embargo, se debe tener bien claro que "envejecer" no es sinónimo de "enfermar". Se es joven mientras se vive con ilusión y se es viejo, cualquiera que sea la edad, cuando cuenta más el pasado que el futuro.
Además los problemas de salud en el caso del anciano van indisolublemente ligados a otros, como pueden ser los económicos o los de abandono y soledad, de los que no pueden separarse a la hora de intentar resolverlos.
El difícil arte de envejecer es también el arte de quedarse sólo. Frente al aburrimiento y la apatía hay que cultivar la capacidad de entusiasmo. No hay mayor deleite que envejecer aprendiendo.
La persona mayor no puede seguir manteniendo una actitud pasiva ante el problema que más le importa: su propia salud. Debe y puede exigir sus derechos. Tiene además una enorme fuerza para hacerlo. Fuerza moral derivada de un elemental principio de justicia basado en una vida donde han predominado mucho más el dar que el recibir.
El derecho a tener una buena salud, orientada con criterios específicos, es algo que se le debe al anciano. Sólo de esta manera dejará de estar discriminado y podrá llenar de vida esos años que tiene por delante. Y es que, como dijo el poeta: "Ni tú sabes ni yo sé / ni nadie supo ni sabe / el porqué ni el para qué / de que la vida se acabe".
Francisco Arias Solis