Los niños, las personas con problemas de obesidad, los sin techo y las mujeres maltratadas han sido protagonistas de su propio Día en menos de una semana. El calendario se queda pequeño para recoger a todos los grupos sociales que ...
Los niños, las personas con problemas de obesidad, los sin techo y las mujeres maltratadas han sido protagonistas de su propio Día en menos de una semana. El calendario se queda pequeño para recoger a todos los grupos sociales que demandan atención y, aunque en principio no está de más que una vez al año volvamos la vista hacia ellos, lo cierto es que estas fechas no dejan de ser un reflejo de que las cosas no van bien. Por un lado, porque sigue habiendo cosas que reivindicar y solucionar. Por otro, porque demuestran que en el día a día no se presta la debida atención a quienes lo necesitan. Que es necesario que se fije una fecha para recordar a los que sufren, a los que viven en otros continentes y en otras realidades e incluso a los que tenemos más cerca.
Parece que se necesita hasta que nos fijen un Día del Padre, de la Madre o incluso de los enamorados para volcarnos con los que más queremos. Y aunque a nadie le amargue ese regalo o ese gesto de San Valentín, está claro que una pareja no se cimienta en un día, sino en los 365 del año. Y al igual que hay que alimentar el amor en cada jornada, también merece una atención continua, por ejemplo, la infancia. Porque por dedicarle un día al año, llenándolo de actos institucionales y notas de prensa, no se puede pensar que de verdad nos preocupan sus problemas.
Sin duda no está mal remover conciencias de vez en cuando aunque sea a golpe de calendario, pero el verdadero logro estaría en que la situación de los más desfavorecidos consiguiera conmover siempre. Y lejos de eso, lo cierto es que la mayoría de las veces se da la espalda incluso al vecino de al lado.
En el II Foro de la Infancia que se celebró en la isla el pasado martes con motivo de esta fecha, uno de los mensajes que se intentó inculcar a los niños participantes es el de que no todos tienen su suerte. Que los que nacen en otros países, no disfrutan ni de las comodidades ni de los derechos de los que gozan ellos en la supuesta sociedad del bienestar. Pero lo cierto es que no hace falta irse tan lejos para ver niños que sufren.
No es la primera vez que La Voz de Lanzarote se acerca a la "pobreza silenciosa" que oculta esta isla. A las personas que no se enfrentan a eso de llegar a fin de mes, porque nunca llegan ni al principio. A los que no tienen ni la vivienda digna que se reconoce como derecho a todos los españoles. Personas que reciben bolsas de Cruz Roja, Cáritas o los servicios sociales de su ayuntamiento para poder subsistir. Y entre esas personas, también hay niños. También hay infancia, como esta semana hemos querido reflejar.
No hay registros ni datos oficiales, pero en medio de la prosperidad del primer mundo, hay niños que merecen una vida mejor. Una treintena están en un centro de acogida porque fueron abandonados o porque sus padres perdieron la custodia por no ocuparse de ellos. Otros, como es el caso de dos chicos que conocen de cerca en Cruz Roja, son analfabetos a los 16 años porque nunca fueron escolarizados. Niños que viven en hogares que no lo son. Niños que incluso se enfrentan a situaciones como la que vivió una niña de Playa Blanca, que con sólo tres años sufrió abusos sexuales según ha venido a reconocer ahora una sentencia, que ha condenado al acusado a la mitad de años de los que pedía la Fiscalía porque considera que no se utilizó la violencia y que no se vio a la pequeña llorar, por lo que no se puede hablar de agresión sexual sino sólo de abuso.
Son los casos sin duda más sangrantes que reflejan que queda mucho, muchísimo, por avanzar. Pero hay más. También hay niños en Lanzarote que comparten los problemas de los adultos. Que sufren enfermedades y tienen que afrontar viajes en busca de especialistas o para recibir tratamiento. Niños que son marginados por sus compañeros de colegio? Niños que nos hacen pensar, aunque sea por un día, en la sociedad que estamos construyendo. Pero el problema es que no lo pensamos lo suficiente.
Estamos demasiado ocupados con nuestra propia vida, muchas veces complicándonosla o complicándosela al del al lado. Y los grandes problemas del mundo parecen algo ajeno contra lo que nada puede hacer uno solo. Pero ahí está el gran error. Si realmente cada cual se esforzara en facilitar un poco la vida al menos del que tiene más cerca, el mundo sería otro.
A veces los sabios no son los que más saben, y hace unos días el actor Alfredo Landa soltaba en una entrevista una frase muy simple, muy sencilla, pero a la que se le suele dar la espalda: "Tenemos que querernos más. Aunque sea un poquito". Y lo decía con una mirada profunda, cristalina, entre amable y suplicante. Quizá algún político coja el testigo y ahora se le ocurra crear el "Día de Querernos Más", y esa noche se vaya a dormir tranquilo y satisfecho. Aunque no lo haya entendido.