El desafío de los vándalos

Realmente la estupidez de un grupo de delincuentes juveniles no debería estar haciendo escribir tantas líneas en los medios de comunicación, y a veces hasta es difícil decidir si conviene o no dedicar espacio a un acto ...

19 de octubre de 2007 (06:17 CET)

Realmente la estupidez de un grupo de delincuentes juveniles no debería estar haciendo escribir tantas líneas en los medios de comunicación, y a veces hasta es difícil decidir si conviene o no dedicar espacio a un acto ...

Realmente la estupidez de un grupo de delincuentes juveniles no debería estar haciendo escribir tantas líneas en los medios de comunicación, y a veces hasta es difícil decidir si conviene o no dedicar espacio a un acto vandálico a sabiendas de que lo más probable es que los autores del mismo, que además se dedican a dejar su firma en las paredes, festejen aún más su gracia guardando recortes de periódicos. Pero desgraciadamente, tampoco se puede ocultar una realidad que está manteniendo en vilo a dos centros educativos de Argana Alta.

Hasta la pasada semana, ya se podían contar ocho asaltos al mismo colegio en lo que va de año, y ahora se ha sumado un nuevo centro del mismo barrio. Dos mañanas seguidas amaneció con mobiliario y material escolar destrozado y con varios objetos robados en algo que va mucho más allá de una gamberrada. Pero sin embargo, y pese a lo reiterado de estos actos vandálicos, no se ha conseguido poner fin a algo que, según todos los indicios, es obra de un grupo de jovencitos a los que sin duda les han faltado unas cuantas lecciones vitales.

El propio director del último centro asaltado planteaba en sus declaraciones a La Voz uno de los ejes de este problema, y que quizá radique en los hogares de los autores de estos hechos. Pero además de pedir a los padres un mayor control de sus hijos y sobre todo una mayor educación en los mínimos valores humanos, también es obligado reclamar una mayor efectividad policial.

Porque lo que no se puede consentir es que cuatro, diez o veinte jovencitos, los que sean, consigan poner en jaque a dos colegios, causando constantes daños materiales y emocionales, porque descargan su saña hasta en los trabajos que realizan los más pequeños y que suponen auténticos tesoros para ellos.

Y es que si son graves los robos y las pérdidas económicas que causan estos asaltos, no lo es menos la imagen que con tanta frecuencia se están llevando los niños, al acudir por la mañana a su colegio y encontrarlo todo patas arriba, con sus mesas tiradas, sus libros por los suelos y hasta a veces sus manualidades, trabajos y dibujos destrozados o bañados en una masa de polvo de los extintores, que forma parte de la última "gracia" de estos asaltantes.

A estas alturas, no cabe duda de que esos alumnos se merecen algo más. No se puede consentir educar a niños en una sensación de inseguridad, y eso es precisamente lo que se está haciendo. Porque ni siquiera un adulto puede entender cómo es posible que unos jovencitos gamberros desafíen con tanta frecuencia no sólo a los centros escolares y a su seguridad, sino a todas las fuerzas policiales, que parecen incapaces de tener presencia nocturna en una zona que es obvio que necesita vigilancia.

Y aunque quizá no se pueda pretender que una patrulla se sitúe todas las noches frente a los colegios de Argana para evitar asaltos, sí se puede exigir al menos que pasen con cierta frecuencia por los alrededores. Y también, que se utilicen dispositivos que en pleno siglo XXI no parecen tan descabellados, como dotar el centro de cámaras de vigilancia o mejorar el sistema de alarmas.

En esta misma edición de La Voz de Lanzarote, el comisario de la Policía Nacional asegura en una entrevista que la sensación de inseguridad que perciben los ciudadanos es "subjetiva" y que realmente las cifras demuestran que la delincuencia en la isla no es tan elevada. Pero con ejemplos tan nimios como éste, cuando no se para los pies ni a unos gamberros desbocados, las fuerzas de seguridad en su conjunto consiguen alimentar esa imagen. Al igual que lo hacen cuando se niegan a explicar cuántos agentes están destinados a cada labor. Cuántos realmente salen de las oficinas para patrullar las calles de la isla o seguir la pista a un determinado caso.

Puede que afortunadamente Lanzarote aún no haya alcanzado los niveles de delincuencia de otras zonas, pero eso no es un mérito, sino un simple reflejo de un tipo de sociedad que obviamente no se puede comparar con otras grandes ciudades. Cada cual tiene que afrontar sus problemas y tanto los niños como los adultos necesitan recibir un mensaje claro, al menos, de que no son totalmente vulnerables, incluso en sus hogares o en sus colegios.

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