El cuarto poder

Cuando María Dolores decidió que iba "a publicar" su historia, sentía que ya había agotado todos sus recursos. Que ya había tocado todas las puertas oficiales sin éxito, y que no había conseguido que el sistema le diera una ...

27 de junio de 2008 (07:47 CET)

Cuando María Dolores decidió que iba "a publicar" su historia, sentía que ya había agotado todos sus recursos. Que ya había tocado todas las puertas oficiales sin éxito, y que no había conseguido que el sistema le diera una ...

Cuando María Dolores decidió que iba "a publicar" su historia, sentía que ya había agotado todos sus recursos. Que ya había tocado todas las puertas oficiales sin éxito, y que no había conseguido que el sistema le diera una solución. Llevaba demasiado tiempo esperando una plaza en una residencia donde pudieran atender a su madre, que padece alzheimer severo y requiere atención las 24 horas del día. Algo que en el seno familiar, sin demasiados recursos y con la lógica obligación de salir cada día al trabajo, se había vuelto insostenible.

Los poderes de la administración no le habían dado respuestas y decidió acudir a la cuarta vía: la de los medios de comunicación. Y en cuanto su caso llegó a La Voz de Lanzarote y este medio empezó a hacer llamadas para seguir la pista de su caso en la administración, asegura que su expediente empezó a moverse. Tanto que el mismo día en que, el pasado viernes, salió publicada su historia, su madre ya tenía asignada una plaza en la unidad de larga estancia de psicogeriatría del Hospital Insular.

Desde la Consejería de Servicios Sociales del Cabildo aseguran que es pura coincidencia. Que estaba en lista de espera y que justo ahora, cuando su situación ha salido a la luz pública, le ha llegado su turno. ¿Casualidad? Desde luego María Dolores está convencida de que no. Asegura que hasta que una periodista de La Voz no empezó a hacer llamadas, lo único que había recibido eran largas e incluso malas contestaciones.

De hecho, ahora anima a todas las personas que estén en su caso, que no son pocas dadas las carencias que hay en la isla, a hacer lo mismo que ella. A denunciar su caso públicamente si quieren que se resuelva. Y aunque para un medio de comunicación no deja de ser gratificante el poder contribuir a solucionar el problema de una familia, lo cierto es que también resulta triste, muy triste, que los ciudadanos tengan que recurrir a eso para poder conseguir lo que es un derecho: que las instituciones atiendan las necesidades sociales.

En cualquier caso, esto nos reafirma aún más en la necesidad de seguir apostando por la denuncia social desde el periodismo. En los problemas de la gente que muchas veces pasan desapercibidos para los políticos, que tienden a enfrascarse en batallas, guerras dialécticas y ataques cruzados. Sin duda, esto también ocupa espacio en los medios de comunicación, porque no deja de ser un reflejo de la actualidad y de lo que sucede (o de lo que no sucede) en las instituciones, pero a veces, la verdadera labor de la prensa no está los grandes temas de debate. A veces, una historia, una necesidad, un problema no resuelto es el que da al periodismo la verdadera dimensión de cuarto poder. Y es que lo que no toma relevancia pública, es como si no existiera.

Y se puede hablar de situaciones particulares, como la de María Dolores, o de temas más profundos, porque los medios de comunicación son los encargados de vigilar el funcionamiento de los tres poderes establecidos. Tanto el del Ejecutivo y el Legislativo, como el del Judicial, al que también se le han sacado los colores recientemente con casos sangrantes como el de Mari Luz, en el que quedó al descubierto una cadena de errores inadmisibles. Y precisamente el ver sus vergüenzas a la luz les obligó a dar explicaciones, a analizar su funcionamiento y, sobre todo, a enmendar errores de cara al futuro.

Sin duda, los medios de comunicación tampoco son perfectos, y el papel de cuarto poder que en realidad se acuñó décadas atrás quizá hoy no esté tan bien valorado y hasta pueda entrañar sus peligros. Pero de lo que no hay duda es de que la sociedad necesita, por un lado, una herramienta para acceder a lo que sucede, pero también un altavoz para poder expresarse y, a veces, conseguir que se cumplan sus derechos.

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