El sadismo es una conducta destructiva que obtiene gratificación haciendo daño porque sí, infligiendo dolor innecesario. Si esta degenerada perversión se pusiere en práctica por ejemplo, a título individual, secuestrando sistemáticamente niños al azar e inmovilizándolos para torturarlos, arrancándoles cruelmente el prepucio, se suscitaría de inmediato, con certeza, la condena unánime por parte de la sociedad en pleno.
No es el caso. Sobre esta monstruosa e irreparable agresión, se han ido acumulando todas las agravantes posibles y por poder hasta llegar un momento en que, paradójicamente, parece que no importe a nadie... Eso
es lo que precisamente ocurre hoy en día con la circuncisión ritual de menores, sanguinariamente impuesta a un nutrido sector de la infancia de forma rigurosamente planificada, organizada y masiva hasta el punto de convertirse en un auténtico fenómeno social decretado por determinadas familias y rutinariamente ejecutado sin traba alguna por médicos carniceros. Ni la plebe en su conjunto, ni los políticos con corbata del pueblo soberano, ni la legión de técnicos de la Administración del Estado, tienen nada que decir al respecto. Dejemos a los políticos argumentar a su antojo sobre el estado de algunos aspectos de la nación. Disimular la más abyecta realidad es consentirla. España está podrida.
José Francisco Sánchez Beltrán