EL AMOR ES UN DON

"Es tanto lo que te quiero,que quiero tener penas, si, cuando yo te las cuente,te has de divertir con ellas."Augusto Ferrán. El amor es aquella relación humana en la que la reciprocidad, la ...

13 de febrero de 2006 (12:59 CET)

"Es tanto lo que te quiero,

que quiero tener penas,

si, cuando yo te las cuente,

te has de divertir con ellas."

Augusto Ferrán.

El amor es aquella relación humana en la que la reciprocidad, la mutua correspondencia entre las personas implicadas en la relación, puede alcanzar su máximo grado posible. Pero, también , es el amor lo único que existe, se sostiene y perdura sin ser correspondido, sin respuesta recíproca a su impulso propio y sin perder, pese a ello nada de su fuerza original. Paradoja máxima en todos los órdenes, pero -al mismo tiempo- lo más coherente y unificador que en la vida se nos depara, es, sin duda, este carácter de incondicionalidad lo que mejor revela, expresa y define lo que es el amor.

Se quiere a quien se quiere, no sólo por encima y a pesar del mundo entero y de todo reparo, sino a pesar de la persona amada misma. Otra cosa no es el amor, o no es, por lo menos, la realidad que puede y debe ser, según su propia esencia. Por supuesto, el nivel supremo de incondicionalidad se produce en el nivel supremo del amor. Según Unamuno: "El amor sexual es el tipo generador de todo otro amor". Y Max Scheler afirma: "El genuino amor sexual es el eterno adelantado de la vida noble", no siendo fortuito que se le designe como "el amor", pura y simplemente, por su importancia en nuestro sistema de impulsos vitales.

Y no es que se trate -huelga decirlo- de menospreciar o infravalorar las otras formas de amor. Sin embargo, en cuanto a tentativas de la afectividad deben mirarse, contrastarse y aleccionarse en el espejo pleno del amor, que es donde, de hecho, llega a su cúspide el amor globalmente considerado como fenómeno cósmico.

El amor es un don, el mayor de los dones, lo más contrario a un cálculo y, por ello, se sitúa más allá de todo interés y de toda exigencia. Y por lo mismo, como señala Jean Guitton, "es más un don de lo que se es que de lo que se tiene". El amor, en efecto -como también dice Goethe-, "es capaz de sufrirlo todo", incluso la renuncia a sí mismo, aunque, de hecho, no puede decirse que renuncie en absoluto, pues se mantiene incólume en su verdadera realidad. De ahí su grandeza.

Pertenece a la esencia y a la estructura moral del amor -y asípuede ser establecido fenomenológicamente- el seguir amando, aunque la persona amada no nos ame, sino que nos desdeñe o nos haga sufrir y sea injusta o excesivamente rigurosa con nosotros. "El dolor o el pesar que nos depara una persona -escribe Scheler- no alteran nuestro amor por ella". Porque en tal caso creemos por nuestra parte, es posible que la persona amada no merezca nuestro amor, pero nosotros, sin duda, si merecemos amar así cuando de tal modo somos capaces de hacerlo. El amor dignifica y enaltece, en primer lugar, a quien ama.

El amor tiene su propia justicia sui generis, que tiene poco que ver con las otras clases de justicia . Amando, aun cuando no seamos amados, nos hacemos esa peculiar justicia a nosotros mismos y se la hacemos a la persona a la que amamos, precisamente por amarla, pese a sus posibles defectos y arbitrariedades. Kafka le decía a Milena en una de sus cartas que la amaba hasta tal punto que ni siquiera podía sentir celos.

No hagamos las paces con la guerra, ni tampoco levantemos guerras con la paz.

Francisco Arias Solis

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