Era como escuchar a Isabel Déniz hace tres años. O a Juan Carlos Becerra en los años 90. Las declaraciones de Antonio Hernández anunciando su marcha del PIL sonaban a una canción ya escuchada. Falta de democracia interna en ...
Era como escuchar a Isabel Déniz hace tres años. O a Juan Carlos Becerra en los años 90. Las declaraciones de Antonio Hernández anunciando su marcha del PIL sonaban a una canción ya escuchada. Falta de democracia interna en el partido, decisiones que se toman fuera del Consejo Político, llamadas externas que intentan marcar las líneas de los cargos orgánicos y de los cargos públicos? Demasiado parecido como para comprender cómo alguien que está en el PIL, no ha entendido aún quién lleva las riendas del partido.
Lo único que no se ha repetido en esta ocasión es la supuesta traición. Antonio Hernández ha intentado evitar por todos los medios que Dimas Martín se volviera a convertir en una víctima, porque muchos creen que eso es precisamente lo que le da alas frente a los votantes y frente a sus propios compañeros pilistas. Por eso, antes incluso de abandonar la presidencia y la militancia del PIL, Hernández renunció a sus cargos públicos y a su acta de concejal en Arrecife. Si algo no quería es lo que según él, algunos de sus compañeros estaban buscando: poder llamarle tránsfuga.
Cree que le tendieron una trampa al hacerle firmar el pacto con Coalición Canaria, porque asegura que no fue él quien lo negoció, sino el sector más cercano a Dimas Martín. E incluso ha llegado a afirmar que le presionaron para que ocupara el número dos en la lista conjunta con CC al Congreso para después crucificarle y hacerle aparecer como un traidor por figurar en esos carteles.
De eso al menos se ha librado aunque, de ser cierta la teoría de Hernández, Dimas habría conseguido su doble objetivo: debilitar a Coalición Canaria haciéndole afrontar una derrota en las urnas y quitarse de en medio a Antonio Hernández, sin necesidad de mancharse las manos. ¿Una jugada maestra? Sin duda puede parecerlo, pero no es precisamente para quitarse el sombrero. Si realmente todo esto estaba orquestado desde hace meses, no se debería caer en la tentación de admirarse ante la brillantez del estratega. Un timo puede ser brillante, pero ante todo es mezquino.
La gran duda que queda en el aire es por qué el ya ex presidente del PIL perdió los favores de Dimas. Por qué pasó a ser un estorbo, cuando se había depositado el partido en sus manos y se le impulsó hasta ser teniente alcalde y responsable de Urbanismo en Arrecife. La sombra del Plan General planea de nuevo, como ya lo hizo en su momento sobre Isabel Déniz, aunque lo cierto es que en este momento el documento está parado. ¿Molestó a Dimas Martín el cambio de postura de Hernández, que tras las elecciones afirmó que no era necesario tirar a la basura el Plan y que bastaba con introducir modificaciones sustanciales y continuar su tramitación? Según los que se han mantenido fieles a Hernández, no. Incluso aseguran que el propio Dimas estaba de acuerdo con esa postura, y que lo que no quería era que esas modificaciones dependieran de alguien a quien ya tachaba de "contestón".
Pero ahí surge la pregunta inicial: ¿No sabía Antonio Hernández cómo era el líder histórico del PIL cuando asumió las riendas del partido? Y lo que es más importante: ¿no conocía Dimas Martín a la persona que asumió la presidencia del partido y que encabezó la lista de Arrecife? Por una y otra parte, los errores se repiten. La historia se repite. El PIL ha vuelto a bailar una vieja y conocida melodía, y toda la isla ha bailado con él.
De hecho, si algo ha conseguido Dimas es volver a ser protagonista de estas elecciones generales, pese a que pasa las noches en Tahíche y no podía ni presentarse ni tan siquiera acudir a votar en estos comicios.