Juraron durante semanas que la ciudadanía tenía el poder, tenía la capacidad de decidir. Dieron mítines, visitaron los barrios, aseguraron que querían conocer los problemas de los vecinos. Que les interesaba su ...
Juraron durante semanas que la ciudadanía tenía el poder, tenía la capacidad de decidir. Dieron mítines, visitaron los barrios, aseguraron que querían conocer los problemas de los vecinos. Que les interesaba su opinión. Y efectivamente, los votantes tuvieron la oportunidad el pasado 27-M de cambiar muchas cosas, y en algunos casos lo hicieron, pero ahora son los políticos los que vuelven a tener el control.
Ahora, la ciudadanía asiste como mera espectadora a un ritual de negociaciones en el que los partidos dejan atrás todas las barbaridades que se dijeron en campaña y se sientan juntos en busca de pactos que les permitan mantenerse o entrar en el poder. Muchas veces, ni siquiera importa demasiado el mensaje dejado por las urnas y a quién colocaron primero los votantes. Es el caso sin ir más lejos del Gobierno de Canarias, donde desde el principio ha quedado claro que lo más probable es que termine cerrándose un pacto entre Coalición Canaria y el Partido Popular dejando fuera a Juan Fernando López Aguilar (algo por otra parte similar a lo que ha hecho el PSOE en otras comunidades y en otras instituciones de Canarias).
En cuanto a Lanzarote, y aunque tradicionalmente ha sido un laboratorio de pactos, en esta ocasión, y por más que la alianza entre PSOE y PIL tiene muchos detractores, al menos esta vez gobernará el más votado: el primero y el segundo en el caso del Cabildo y Arrecife.
Caso distinto es el del Ayuntamiento de Yaiza. En este municipio las urnas han dejado un resultado que complica infinitamente cualquier alianza. Y aunque José Francisco Reyes fue el que recibió más apoyos, su estrepitosa caída en número de votos y en concejales obtenidos sí parecen dejar de relieve una voluntad de cambio, o al menos un respaldo insuficiente para gobernar en solitario con sólo cinco ediles. Una encrucijada difícil para Gladis Acuña (PIL) y Leonardo Rodríguez (CC), que en principio no están dispuesto a apoyar al actual alcalde, pero tampoco parece fácil que superen sus hondas diferencias y opten por pactar juntos.
Por eso, y porque los gobiernos los deben elegir los votantes y no las estrategias de las formaciones políticas, quizá sería necesario plantear un cambio en el sistema. Quizá sería hora de pensar en una segunda vuelta en las elecciones, como la que se aplica en muchos países del mundo, y que permite que los ciudadanos vuelvan a pronunciarse y, cuando no hay mayorías absolutas, decidan quién de los candidatos más votados quieren que les gobierne.
Porque mientras persista el actual sistema, la verdadera capacidad de los ciudadanos para elegir a sus representantes está más que limitada, ya que en muchas ocasiones no son ellos sino los pactos quienes ponen y quitan gobiernos. Y el tópico de "respetar la voluntad ciudadana" o el "veredicto de las urnas" sólo se cumple cuando conviene a los partidos.
De hecho, y saltando a un ejemplo de extrema gravedad, lo que realmente pinta la sociedad en las decisiones y actitudes políticas está quedando meridianamente claro en la política antiterrorista, que está siendo abordada por los principales partidos del Estado, el PSOE y el PP, como un arma arrojadiza. Los populares sólo se dedican a atacar al Gobierno, haga lo que haga, y el Gobierno se limita a responder que Aznar lo hacía peor, protagonizando entre ambos un debate más parecido a una pelea de patio de colegio que al que se debería dar ante un asunto vital para España.
Mientras tanto, el Gobierno no ha creído importante salir a explicar por qué De Juana Chaos ha vuelto a la cárcel un día después de que ETA anunciara el fin del alto el fuego, cuando en su momento juraron y perjuraron que su traslado a un centro de salud, del que el terrorista ha entrado y salido durante meses a sus anchas, se basaba en informes médicos y decisiones judiciales.
Puede ser que ante una situación de este calado no todo se pueda hacer con luz y taquígrafo, pero eso no da carta libre para jugar con la sociedad. Ni al PSOE ni al PP, que en su discurso sigue dedicando más palabras de crítica al Gobierno que a los propios terroristas, alimentando fantasmas que no han llegado a aparecer. Será una utopía, pero ante determinados temas los partidos deberían trabajar unidos, con transparencia y sin ponerse zancadillas. Será una utopía, pero los partidos deberían preocuparse un poco más de solucionar problemas reales que de sacar réditos políticos. Será una utopía pero cuando los partidos llegan al poder, su objetivo no debería ser sólo perpetuarse en él, sino mejorar las cosas.