Delincuencia del siglo XXI

Cuando Juana Barrios hizo pública la desaparición de su hija, fue inevitable pensar en otras jóvenes que han tenido tristes finales, como Yasmila, que vivía también en el barrio de Argana. Y aunque en este caso ...

29 de junio de 2007 (05:26 CET)

Cuando Juana Barrios hizo pública la desaparición de su hija, fue inevitable pensar en otras jóvenes que han tenido tristes finales, como Yasmila, que vivía también en el barrio de Argana. Y aunque en este caso ...

Cuando Juana Barrios hizo pública la desaparición de su hija, fue inevitable pensar en otras jóvenes que han tenido tristes finales, como Yasmila, que vivía también en el barrio de Argana. Y aunque en este caso afortunadamente sólo ha sido un susto, lo cierto es que las sensaciones que generó la noticia son un claro reflejo de que la isla ha cambiado. Todos querían pensar que se trataba sólo de una chiquillada o una irresponsabilidad de una niña de 15 años (como finalmente fue), pero nadie podía apartar de su mente el temor de que otra joven apareciera muerta.

Lanzarote, desgraciadamente, se está "acostumbrando" a convivir con los sucesos. Con los más desgarradores, como que el cuerpo de una chica aparezca desnudo en un maletero o semienterrado en un descampado, y también con otros más cotidianos como los robos. Según los datos recabados por La Voz, en la isla se producen una media de 40 asaltos en viviendas al mes, a los que hay que sumar los robos en tiendas, naves, vehículos e incluso a pie de calle.

Y ante esta nueva realidad, muchos señalan directamente a la inmigración como responsable. En cualquier foro de Internet, como el de lavozdelanzarote.com, se puede observar que cualquier suceso suscita un debate, muchas veces crispado, sobre la nueva población extranjera. Es como si detrás de cada delito estuviera un inmigrante, aunque lo cierto es que las cifras reflejan que no es así.

De hecho, lo único que se sabe hasta la fecha del asesinato de Yasmila apunta a que el autor pudo ser el militar que se suicidó cuando apareció el cadáver, y que era español. También en el caso de los robos, desde casi todas las comisarías de policía local coinciden en señalar que la mayoría de los ladrones son lanzaroteños, canarios o peninsulares, pero parece que poder culpar a los de fuera es más sencillo.

No cabe duda de que muchos inmigrantes cometen delitos, pero el cambio de la isla no se les puede achacar sólo a ellos. En realidad, la inseguridad ciudadana parece un efecto secundario de la modernidad y el desarrollo. Es común escuchar a los más veteranos de la isla hablar de los tiempos en los que podían dejar las puertas de las casas abiertas sin temor, pero lo mismo se puede oír en otros pueblos y ciudades de todo el mundo. De hecho, a día de hoy en pocos lugares se encontrará gente que deje por ejemplo la puerta del coche abierta o la capota levantada toda la noche, en caso de los descapotables, y eso en Lanzarote sí se sigue viendo, aunque sea en contados casos.

Pero aunque haya que incorporar nuevos hábitos, no se puede caer en el error de sumar a la inseguridad un nuevo problema, el del racismo. Afortunadamente, en los últimos años la isla se ha desarrollado, ha generado riqueza y ha creado fuentes de trabajo, y es inevitable que eso se convierta en un reclamo para la inmigración. Y pedir que eso se controle y se regule puede resultar razonable, pero de ahí a pensar que los extranjeros son la fuente de todos los males hay un abismo.

En lugar de mirar a los inmigrantes en cuanto se produce un delito, a quien habría que mirar es a los cuerpos de seguridad y a las propias leyes, que muchas veces permiten que un delincuente quede en la calle al día siguiente de ser detenido. Y ahí da igual que sea local o visitante. En lo que habría que centrar los esfuerzos ciudadanos es en exigir más medios policiales, para que los coches no sólo patrullen cuando se produce una oleada de robos, y sobre todo en reclamar un cambio en el sistema, para evitar que delinquir salga tan barato. Para evitar que los agentes tengan que detener una y otra vez a la misma persona, porque en pocas horas está en la calle actuando de nuevo. Con eso es con lo que hay que indignarse, proceda de donde proceda el delincuente. Porque aunque soñar con la seguridad ciudadana que había 50 años atrás sea una utopía, lo que sí se puede exigir son medios policiales y leyes a la altura del siglo XXI.

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