Casi resultó una premonición mi interés por "Del Espíritu de las Leyes", la obra cumbre de Monstequieu, y una de las piezas clásicas para la edificación de una cultura política. Si hace dos semanas mis referencias a la división de poderes coincidió por casualidad con el estallido del llamado "Escándalo de Telde", la dimensión que el mismo ha tomado me permitió continuar con el tema otra semana más. Si vuelvo de nuevo a la carga, lo hago con la finalidad de recuperar la memoria de Nicolás Estévanez y Murphy, el canario que tradujo al castellano el referido texto de Montesquieu.
Pero voy a tratar de recuperar la memoria de Estévanez, comparándola con otro personaje; pues es así como destacan mejor los valores. Nicolás Estévanez nació en 1838, en una casona del barrio de Vegeta (Las Palmas), la misma edificación que tiempos atrás albergara la sede del Santo Oficio. Su familia de ascendencia irlandesa y militar, le costea los estudios en la Academia Militar de Toledo, donde seguramente, el cadete oyera hablar de las hazañas de Leopoldo O'Donnell, otro canario natural de Santa Cruz de Tenerife, y también procedente de una familia de origen irlandés y tradición militar, Pues por entonces, O'Donnell gozaba de una gran notoriedad a causa de su hoja de servicios durante las guerras carlistas, en la que se mantuvo en el bando liberal, obteniendo por méritos de guerra el grado de Mariscal de campo.
Cuando Nicolás Estévanez se incorpora a la milicia, ya O'Donnell había iniciado su etapa política, sin abandonar por ello la actividad militar. Lo que le lleva a ser Presidente del Gobierno de España y Ministro de la Guerra al mismo tiempo. Un binomio peligroso, pues no sólo fue quien desde ese doble mando declara la guerra a Marruecos, sino que personalmente dirigió las tropas que asaltaron Tetuán. En esa campaña y desde la primera fila de combate, el joven Estévanez adquirió méritos suficientes como para que le concedieran la Cruz Laureada, máxima condecoración del Ejército que le facilitó su carrera hacia el generalato.
Aparte de estas coincidencias, en distintos momentos y circunstancias, los dos militares canarios simultanearon cargos en los territorios de ultramar: Los dos se dedicaron enteramente a la política. Los dos llegaron a ser ministros, y los dos murieron exiliados en Francia: O'Donnell, con un exilio corto y de lujo en la ciudad veraniega de Biarritz (1867); y Estévanez, trabajando durante más de 40 años como traductor en París hasta su muerte en 1914. Estas distintas condiciones de vida explican que mientras el tinerfeño fue virando su liberalismo hacia posiciones moderadas; el grancanario se hiciera republicano federal.
Finalmente, queda por decir que en los dos personajes concurrió un desprecio por la corrupción, que empujó a O'Donnell a liderar pronunciamientos militares para expulsar gobernantes corruptos e incompetentes (Revolución de 1854). Mientras que Nicolás Estévanes, cuando proclamada la I República Española se le nombra Gobernador de Madrid y más tarde Ministro de la Guerra; se manifiesta abiertamente contra la corrupción; unas veces expresándose con parodias burlescas ("volverán calamares sin vergüenza a transferir millones,/ a robar/ y volverán a España los Borbones y frailes y jesuitas volverán"); y otras, llegando más lejos en ese afán de acabar con el clientelismo político, que es otra forma corrupción, al colocar en la puerta de su despacho, un cartel que decía: "El Gobernador no tiene ni destinos, ni dinero, ni nada que dar".
Pablo Rodríguez Valido
Vicepresidente de Jóvenes Nacionalistas de Coalición Canaria en Gran Canaria