Celebra esta semana la opulenta Europa su semana de la movilidad. Canarias, la opulenta Canarias, se adhiere a ella con simbólicos actos de defensa de la bicicleta, agitación de mascotas y entrega de dípticos a favor del transporte público. Mientras, en las calles, la realidad nos recuerda la saturada trama viaria y de vehículos que convierten a
Canarias en uno de los lugares del mundo con más coches por habitante, en un auténtico archipiélago - garaje, al decir de algunos.
El transporte masivo e intensivo en energía es uno de los principales signos distintivos de nuestra civilización tecnológica globalizada. La mitad de la energía consumida en las islas se destina a mover a las personas y las mercancías. La "enfermedad del transporte" forma parte de nuestro modelo cultural, social y económico, por más que sea un fenómeno extraordinariamente reciente en la historia de la humanidad. Fenómeno reciente y, como sabemos, pasajero. La crisis energética y el comienzo del declive del petróleo nos coloca en el punto álgido de uso
de energía para movilidad, para comenzar después el declive con la carestía progresiva del petróleo. Este poderoso recurso energético, del que hemos ya quemado aproximadamente la mitad más sencilla de extraer, ligera y más apta para la movilidad, está proporcionando la posibilidad de que un pequeño porcentaje de la población del planeta se
mueva a capricho y pueda comer aquí, viajar allá, trabajar un poco más lejos, vivir apartado, y desplazarse cotidianamente en lo que ya algunos incluso consideran incluso un venerable derecho: la movilidad ilimitada.
Ante el declive energético, debemos decir que es imposible la ilusoria sustitución de la inmensa maquinaria de la movilidad hoy existente, al menos en la escala que hoy tenemos. El declive de la movilidad causará probablemente frustración. Quizás nos consuele saber que somos de las poblaciones del Planeta más despilfarradoras de energía para movernos, y que la inmensa mayoría de los habitantes del mundo carece de vehículo y apenas se desplaza unos kilómetros a la redonda, a pie, durante la mayor parte de su existencia.
Nuestra anómala manía móvil es fruto del reparto injusto de la riqueza: un Fast - ferry entre islas consume varios miles de litros de combustible para un trayecto veloz y profundamente derrochador de energía. Los cayucos que llegan a Canarias son trágicamente mucho más eficientes en consumo de combustible. Arrastran, con un coste energético sensiblemente menor, a los que pretenden emular nuestro derroche, en un acto colectivo de reivindicación de la cuota energética que a ellos les correspondería en un planeta con más justicia. Los cayucos son hoy el vehículo más eficiente que circula en las islas. También el más dramático, y el vehículo que nos recuerda cómo algunos quemamos lo que otros necesitan para satisfacer necesidades vitales. Nuestra movilidad es fruto de la insolidaridad y la rapiña Norte - Sur.
En el Primer mundo del derroche energético hemos convertido la movilidad desbordante en una fuente de empleo, en algo vital para el sostenimiento de nuestra economía turística e inmobiliaria. Es esencial para comer y beber agua, porque transportamos de lejos la energía y los alimentos para comer. La inmensa movilidad nos hace hoy
inmensamente vulnerables en Canarias para el inmediato futuro. La globalización, fruto del transporte barato, ha llegado a su cenit, como el recurso que la alimenta; y no estamos nada preparados para el declive y la relocalización necesaria de nuestra sociedad.
Sin embargo, no nos apea del coche, del veloz "fast-ferry" ni del avión el cambio climático que causamos, ni el declive energético, ni los consejos para vivir mejor en la ciudad, ni las Semanas de la movilidad. Somos presos de nuestro propio coche, como denunciara Iván Illich, y en Canarias se siguen planificando, pese a lo absurdo que ya hoy resulta, decenas de nuevos parkings, un sin fin de nuevas autovías, más puertos y pistas de aeropuerto, líneas de bajo coste y cínicamente, una semana al año, unos actos para hablar de "movilidad sostenible". La rocambolesca escena de un archipiélago atlántico visceralmente acelerado, construyendo compulsivamente más infraestructuras de
transporte, en los prolegómenos de la crisis energética global, será sin duda alguna motivo de asombro, compasión e indignación por parte de la próxima generación. No será para menos.
Juan Jesús Bermúdez Ferrer,
Responsable del Dpto. de medioambiente de CC.OO. Canarias