Hace un par de semanas, estaba en Agüimes, en caso de mi prima Paloma. Había viajado a Gran Canaria por algo de la Federación de Barquillos. Entonces, mi prima me dejó una página de La Provincia, del día 8 de julio de este ...
Hace un par de semanas, estaba en Agüimes, en caso de mi prima Paloma. Había viajado a Gran Canaria por algo de la Federación de Barquillos. Entonces, mi prima me dejó una página de La Provincia, del día 8 de julio de este año. Era una publicidad del Gobierno de Canarias. Aquello de "una tierra única". Muy simple: solo escritas 34 palabras muy peculiares de nuestro habla canario. Ella me dio la página a propósito de que sabe que estoy escribiendo sobre el habla conejero. Entonces pensé: voy a escribir un relato con esas 34 palabras.
Puesto a ello, digamos que escribo un colorín, sin dibujitos, sobre el costumbrismo canario. La verdad es que Paloma es un trasto. Bueno, dicho cariñosamente, y tiene buenas ideas. Pero, cuando me aprontaba a escribir, me dio un buen partigazo, no físico, sino a la moral, al recordarme algo que le había dicho el día anterior. Tanto fue el samagazo que me hizo perder la concentración, así que cambié la línea del cuento.
Ese día, a las 15:30 horas, mi avión salía para Lanzarote. Como era temprano, le dije a Paloma: me apetece comernos un sancocho. Se lo dije pa'que fuera pensando dónde. Eran las 12, casi en punto.
Mientras escribía, yo estaba sin camisa y ella se dio cuenta del gajo que me había dado la semana pasada al sentarme en la cafetería La Recova. Aún tenía el raspón en la espalda. Muy sabandija ella, como siempre, me preguntó. ¿Quién te arañó?, mientras se reía. Yo, como siempre en esos casos, le respondí: ¡Que simpática!
Mientras yo seguía escribiendo ella cogía un balde para limpiar los orines de Cielo, su perrita, luego se preparó un barraquito. Muy cafetera que es ella.
Paloma es muy fogalera, en más de uno de los sentidos de la palabra. Fogalera porque se acelera, y fogalera porque siempre está traquinando algo. La verdad es que a veces parece que no tiene fundamento y además, muy novelera, y lo más, muy alegantina. Le encanta alegar. Le gusta mucho vestir con ropa canela. La verdad es que le favorece mucho, porque está morenita y es pelirroja, ¡vaya que si es pelirroja!
Mientras escribía, oigo la música que tiene puesta Paloma, que no era precisamente un arrorró. Levante la vista para inspirarme y vi a Cielo jugando con un machango que le tiene mi prima pa'eso precisamente: pa'que juegue. Es un peluche al que llama "Oso". Pues eso, que levanté la vista y solo veía las paredes, de color azul flojo. No se me venía nada a la mente. Entonces volví la vista a la página de La Provincia y leí la palabra "cotufa", que no tenía ni idea de lo que significa. Entonces llamé a Paloma, que vino con el escobillón en la mano. Estaba barriendo un poco la casa, mientras yo me tocaba los boliches, en sentido figurado, claro. Le pregunté: ¿tienes un diccionario de palabras canarias? Me dijo que no, así que me quedé con la duda. Unos días más tarde, en un diccionario que tiene Chalo, el de la tele, sobre su mesa, pude leer que así es como llaman los chicharreros a las roscas, o palomitas de maíz.
Mientras seguía pensando me llamó por teléfono un chafalmeja, para decirme algo, pero no les voy a decir quién fue. Luego, me recosté en el sofá, pensando, a ver si me venía la inspiración, y me quedé sobando. Al poco rato Paloma me despertó: ¡Chacho, despierta! que nos tenemos que ir, me dijo. Dúchate, pero no me dejes el baño todo enchumbado. Tranca bien la mampara de la ducha para que el agua no se salga. Le hice caso. Me fui a duchar, pero dejé un fisco abierta la mampara, pa'que entrara algo de airito. Me asfixian los sitios cerrados.
Me duché. Salíamos de Agüimes, en el coche de Paloma, claro. Ella, que siempre está dándole vueltas al coco, me dijo: creo que mejor que sancocho vamos a ir a comernos un potaje de arvejas. Yo sé donde las hacen buenas. Vale, le dije, aunque no crean que me quedé muy convencido, pero bueno. Ella manda. Mientras conducía, no recuerdo que fue lo que le dije que me replicó: ¡muchacho!, ¡tu estás como una cabra! Casi me parto de rita. Más bien por cómo lo dijo.
Mientras ella seguía conduciendo, ya estábamos llegando a Ingenio, abrí la gaveta del coche pa'ver que música tenía. Ya me tenía remontada la cabeza del CD de Pedro Guerra. Mucha filosofía pa'como tenía yo la cabeza ese día. Saqué uno de Jarabe de Palo. Algo más tranquilote. Mientras escuchaba una de sus canciones, "Agua", me movía, como bailando. Paloma, que me miraba de reojo me dijo: ¡que desinquieto te veo, primo!
Llegamos a Ingenio, que es donde Paloma había pensado que comiéramos. Nos bajamos del fotingo de Paloma, un Nissan Micra, en el que cabemos los dos y medios apretados, y eso que ella está flaca, aunque come un montón. Caminamos un poco y entramos en un guachinche. Nos sentamos y al mirar a Paloma de frente me di cuenta de que tenía puesto un zarcillo sólo. Le dije entonces, ¿quién es el que está como una cabra? Casi se parte de risa.
Al rato llegó el cantinero. ¡Vaya pachorra que tenía! Pedimos las arvejas, pero no tenían. "Hoy tenemos puchero -nos dijo-, está bueno". Bueno, pues dos pucheros, le pedimos. La verdad es que estaba muy bueno. Mientras comíamos hablábamos. Lógico, porque Paloma no se está callada ni debajo del agua, y yo tampoco me quedo atrás. Comentamos lo buena que estaba la tortilla de bubangos que nos había hecho para cenar la noche anterior María del Rosario (otra prima mía, hermana de Paloma, que vive en Arinaga). De postre nos tomamos un frangollo, con miel. Muy bueno también.
Y..., colorín, colorado, este cuento ha terminado.