Cambiar de sistema

Por Fernando Marcet Desde luego, el problema que el PSOE de Lanzarote tenía entre manos no era de los pequeños. Si pactaban en pos de la tan demandada estabilidad institucional, tendrían que empezar por Teguise, presentando una moción de censura ...

20 de agosto de 2009 (17:01 CET)
Por Fernando Marcet
Desde luego, el problema que el PSOE de Lanzarote tenía entre manos no era de los pequeños. Si pactaban en pos de la tan demandada estabilidad institucional, tendrían que empezar por Teguise, presentando una moción de censura ...

Desde luego, el problema que el PSOE de Lanzarote tenía entre manos no era de los pequeños. Si pactaban en pos de la tan demandada estabilidad institucional, tendrían que empezar por Teguise, presentando una moción de censura al PIL y aupando con ello a un hombre denunciado por el mismo Carlos Espino. Si no pactaban, la situación se volvería más insostenible cada día que pasara, haciendo imposible sacar adelante las medidas y propuestas imprescindibles para que ayuntamientos y Cabildo funcionen mínimamente.

La única opción medio satisfactoria para los socialistas, al menos a medio plazo, hubiera sido quitarse de en medio. Es verdad que con ello habrían sufrido un desgaste interno de cierta consideración, pero no fue eso lo que impidió que esta opción se materializara. Lo que evitó que el PSOE ahora mismo no esté fuera de la mayoría de instituciones de la isla fue la actitud del resto de formaciones, que ni por todo el oro del mundo hubieran pactado con un PIL hoy por hoy sinónimo de corrupción y chanchulleo.

O sea, que las opciones para el PSOE eran en realidad sólo dos. Pactar con CC o seguir en minoría. La otra, la de quitarse de en medio, no dependía de ellos. Ustedes, demagogias a parte, ¿qué habrían hecho?

Por mi parte, estoy completamente de acuerdo con Carlos Espino cuando dice que es prioritario sacar al PIL de los gobiernos de Lanzarote. Llevo argumentando eso mismo desde que saltó la Operación Unión... y aún mucho antes. Ahora bien, Juan Pedro Hernández no es un mal menor razonable, ni mucho menos. Este hombre, igual que Dimas, igual que Honorio, igual que Reyes, igual que José Juan Cruz, representa lo peor de una época, lo peor de una forma de concebir la política, repleta de decisiones informales y unipersonales. Una forma de concebir la política en la que priman los amiguismos sobre el bien común, el populismo sobre los criterios objetivos, el uso personal del poder sobre la responsabilidad hacia el colectivo. Demasiado, para considerarlo un simple mal menor.

Y sin embargo lo es. Tal y como están las cosas, considerando las posibilidades preexistentes que ya hemos explicado y valorando las cartas que cada cual tenía en la mano, prácticamente no cabía otra. Lo cual me lleva a otro tema. A la perversión del sistema, a la amenaza que para todos supone una partitocracia con la que cada vez menos gente está de acuerdo.

Las listas abiertas, por ejemplo, no son una solución milagrosa, pero al menos evitarían que este tipo de casos se dieran en alguna medida. Es posible que, con todo, Juan Pedro Hernández hubiera sido el más votado de la lista de Coalición Canaria en Teguise si los electores hubieran tenido la oportunidad de votar libremente por su candidato ideal. Es posible, no por nada nos ha ido como nos ha ido en Lanzarote. Pero al menos se rompería con esa dinámica que lleva a los partidos a contradecirse una y otra vez.

O vayamos más lejos, ¿no sería de sentido común que si se rompe un gobierno en un momento dadose pida a los ciudadanos que vuelvan a votar? Y nada de pactos. El partido más votado, que gobierne. Los pactos son otro de los grandes cánceres de la política local actual. El hastío que produce entre la población ver cómo se reparten el pastel, y luego lo rompen, y se lo vuelven a repartir, es infinito. Abrumador. Los partidos, y quienes lo integran, no son conscientes del daño que se hacen a sí mismos cada vez que pactan con una formación a la que llevan poniendo a caer de un burro meses y meses.

PSOE y CC van a pactar. Durante unas cuantas semanas, todo serán buenas palabras y carantoñas más o menos forzadas. Pero a medida que se aproximen las elecciones, nadie tiene ninguna duda que el pacto estallará por los aires y volverán a echarse en cara esto y aquello, como suelen. Esto lleva pasando legislatura tras legislatura, y el nivel de hartazgo general tiene un límite, aunque parezca que no. Ya no es tan fácil como antes tratar a la gente de estúpida. Hay hemerotecas, y fácil acceso a ellas. Hay redes sociales, y libertad de expresión.

No pueden seguir dándonos de comer las mismas recetas de antes, porque acabaremos vomitando de mala manera. Y no veas lo mal que huele y lo mucho que salpica una mala vomitada provocada por indigestiones largo tiempo acumuladas. Sean las medidas que acabo de exponer, o cualesquiera otras, lo que está claro es que hace falta probar cosas nuevas, modelos distintos que, sin salirse demasiado de lo que ya tenemos, busquen al menos reparar problemas flagrantes que, salta a la vista, es necesario abordar.

LO MAS LEÍDO