¿ARDE LA ALIANZA DE CIVILIZACIONES?

13 de febrero de 2006 (12:55 CET)
Actualizado el 1 de octubre de 2020 (15:42 CET)

Da la impresión de que la llamada Alianza de Civilizaciones, esa pretendida sublimación sinárquica entre cuerpos doctrinarios tan poco miscibles como son el Cristianismo y el Islam, o de formas de convivencia tan dispares como puedan ser la Sharia y la Democracia, se está esfumando entre humos y pavesas volanderas, originados por la quema de diversas banderas de países

occidentales a manos de unas turbas enfebrecidas y no menos fanatizadas, en algunos lugares de Oriente Medio y zonas aledañas, bajo la égida de la media luna.

Sostiene el autor de tan quimérica posibilidad aliancista que entre ambas civilizaciones "existen diferencias culturales que están en perfecta armonía con los valores comunes". ¿A que valores comunes se refiere tan docto

progenitor de ideas bizantinas? Tal vez se refiera a los fundamentos de la Democracia, o a la separación entre Iglesia y Estado, o a la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, o, en general, a todo lo referente a los

Derechos Humanos. La presente y triste realidad nos hace pensar que el más leve atisbo de similitud entre ambas civilizaciones no pasa de ser, por desgracia, un evanescente desiderátum. Y a la hora de asignar culpas por la existencia de tal desencuentro, que cada palo aguante su vela.

No hace mucho tempo, una pareja de políticos españoles, de ideas soberanistas, paseó su palmito por tierras jerosolimitanas, y allí escenificaron un burdo remedo de un pasaje de la pasión de Cristo, ciñéndose uno de ellos una corona de espinas, mientras su compinche de blasfemia le fotografiaba, todo ello con gran efusión de sonrisas. Este gesto fue ofensivo para cientos de millones de cristianos, pero la fantochada no paso de recibir amonestaciones y condenas, sin que la sangre llegara al río, ni mucho menos.

Algo mas tarde, en un periódico danés apareció una página con profusión de caricaturas de Mahoma. Dicha página es sobradamente conocida gracias a la difusión que ha tenido en los medios internacionales, algunos de los cuales

incluso la han reproducido. Esto ocurrió en septiembre de 2005, y las reacciones violentas de los "ofendidos" tuvieron lugar a finales de enero, casi cinco meses después. La ofensa permaneció aletargada todo ese tiempo

hasta que la OIEA planteó problemas a los intentos nucleares del gobierno iraní, entonces saltó la chispa de violencia y quema de banderas. ¡Que casualidad, caramba!

Conviene recordar que Dinamarca, es un país que durante la invasión nazi, y al contrario que otros que también la sufrieron, mantuvo una actitud digna y presentó una resistencia pasiva hacia las tropelías antisemitas de los

invasores. Ante la imposición del uso de la infame estrella amarilla a la población judía, el propio rey Christian X, con toda su familia, decidió salir a sus paseos cotidianos con dicho símbolo bien a la vista. Hago esta salvedad para dejar bien clara la diferencia entre un país democrático del siglo XXI y unos grupos exaltados, fanatizados y violentos, anclados aun en el siglo XIII. Respeto a las creencias religiosas, si; firmeza ante la

barbarie, tres veces si.

 

J. Lavín

 

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