Arde..., Aguere

Bueno no tanto. Pero sí una gran parte del patrimonio monumental lagunero, que ha desaparecido, como ya saben ustedes, por culpa de los eternos enemigos de las viejas construcciones de madera: el fuego devastador y la ignorancia de ...

26 de enero de 2006 (11:23 CET)

Bueno no tanto. Pero sí una gran parte del patrimonio monumental lagunero, que ha desaparecido, como ya saben ustedes, por culpa de los eternos enemigos de las viejas construcciones de madera: el fuego devastador y la ignorancia de nuestros dirigentes.

Este tipo de sucesos no son nada novedosos en nuestra ciudad, y siempre en el mismo corazón de la misma, y por la manida causa de las infinitas distracciones que los humanos tenemos, despistes infantiles, que nos obligan a perder de forma dolorosa, una vez más, una joya insustituible de la arquitectura civil canaria. El Palacio de los Condes del Valle de Salazar, que después de variadas vicisitudes ha sido hasta nuestros días, la sede oficial del Obispado de San Cristóbal de Laguna.

Un edificio del siglo diecisiete de magnifica y pétrea fachada (salvada gracias a Dios del incendio), que tantas veces fue compañera callejera de tantos miles de estudiantes, conejeros y majoreros, que con un manojo de libros en las manos y mucha juventud en el cuerpo, admiraban cada día tan bello y proporcionado edificio.

Pero en este caso en particular, el dolor supera a la justificada indignación, pues después de las pérdida de la Iglesia de San Agustín hace 42 años, parece que estamos vacunados, emocionalmente, ante tantas desgracias culturales, aceptando sin más estos infortunios como un severo castigo divino para los laguneros y canarios en general.

De todas formas, es inconcebible que en este "adelantado" Siglo XXI y en una ciudad Patrimonio de la Humanidad no se hayan tomado las mínimas medidas de seguridad para preservar nuestros más señeros monumentos, y no sólo en La Laguna, sino en todas las islas.

No podemos olvidar, tampoco, que la Iglesia es bastante reacia desde siempre a invertir en mejorar las condiciones de seguridad en sus numerosas propiedades (todavía el pueblo no conoce a donde fueron a parar las aportaciones que se hicieron en su día para la restauración del templo de San Agustín), esperando siempre que las autoridades locales, provinciales y hasta estatales (que también deben de ayudar a conservar nuestro patrimonio), faltaría más, aporten la mayoría de los dineros a invertir en obras y arreglos.

Aunque, por otro lado, no entendemos los derroches de la Iglesia en grandes televisiones y cadenas de radio casi siempre deficitarias y de dudosa, por lo menos para nosotros, calidad cristiana en sus contenidos programáticos. Palabras y escenas éstas que contradicen todos los días los principios morales que a través de los siglos ha proclamado aquel buen hombre llamado; "El Hijo del Carpintero". Seguiremos informando.

Antonio Guerra León

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