A Rosarín Niz. Al ángel.

Para quienes creemos en los ángeles no nos es tan extraño que de vez en cuando alguno se cruce en nuestro camino de forma inesperada, y eso siempre es algo bueno. Quienes seguimos pensando que este calvario que es el paso por ...

9 de enero de 2009 (05:52 CET)

Para quienes creemos en los ángeles no nos es tan extraño que de vez en cuando alguno se cruce en nuestro camino de forma inesperada, y eso siempre es algo bueno. Quienes seguimos pensando que este calvario que es el paso por ...

Para quienes creemos en los ángeles no nos es tan extraño que de vez en cuando alguno se cruce en nuestro camino de forma inesperada, y eso siempre es algo bueno.

Quienes seguimos pensando que este calvario que es el paso por la vida tiene más cosas buenas que malas, no nos sorprende que estos seres deambulen entre nosotros proporcionándonos bienestar.

Quienes imaginamos y soñamos con un mundo más justo, pacífico, un mundo carente de penurias y sufrimientos, creemos ciegamente en esos entes de humanidad sin límites.

Uno se va encontrando con todo tipo de gentes con el pasar de los años. Personas buenas y otras que no lo son tanto. Individuos que te aportan y otros que te entorpecen. Seres que te iluminan la vida y otros que intentan atenuar su luz.

Rosarín Niz era de las primeras. Una mujer buena sin medias tintas. Una dama fuera de lo común. Generosa, desinteresada, amable, exquisita, delicada, risueña, optimista, hospitalaria, discreta. Era esa madre amorosa y entregada que todos queríamos tener. Esa amiga a la que contarle nuestros secretos en espera de unas palabras de aliento. Esa mujer que todos hubiésemos querido que jamás se apartara de nuestro lado porque sólo te podía transmitir cosas buenas. Supo gestar, con la ayuda incondicional de su marido, una familia querida y apreciada. Proyectó en sus hijos la bondad que le caracterizó siempre contribuyendo con ello a divulgar una de sus pautas de comportamiento: dar de lo que se tiene y no de lo que sobra, sin esperar nada a cambio.

Un ángel. Para mí siempre será un ángel. Un ser lleno de belleza y carisma al que es imposible guardar en el cajón del olvido porque, una vez que se atraviesa en nuestro camino, forma parte de nuestra existencia por siempre. Los ángeles se quedan entre nosotros velándonos y protegiéndonos. Jamás se apartan de aquellos a los que quieren porque saben que necesitamos de su sabiduría. No se van porque sus actos quedan grabados en nuestras retinas para que propaguemos su talante.

Aunque la tristeza nos inunde ahora que quedó dormida, este maravilloso y excepcional ángel conseguirá que los momentos de pesadumbre y oscuridad queden en el recuerdo dando paso a otros más serenos y sosegados que irradien luz.

Con todo el cariño y desde lo más profundo de mi corazón y de mi alma, te pido que no nos olvides porque muchos somos los que necesitamos que te quedes cerca.

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