A las armas, que vienen las elecciones

Son como los rituales, o como las viejas tradiciones que se van cumpliendo a rajatabla cuando llega la ocasión. Los tiempos preelectorales también tienen su rutina y es imposible no sentir en el aire el ambiente de campaña ...

20 de abril de 2007 (08:47 CET)

Son como los rituales, o como las viejas tradiciones que se van cumpliendo a rajatabla cuando llega la ocasión. Los tiempos preelectorales también tienen su rutina y es imposible no sentir en el aire el ambiente de campaña ...

Son como los rituales, o como las viejas tradiciones que se van cumpliendo a rajatabla cuando llega la ocasión. Los tiempos preelectorales también tienen su rutina y es imposible no sentir en el aire el ambiente de campaña electoral. Y no ya por la

presentación de candidatos, los mítines o las promesas que surgen cada cuatro años como recetas mágicas que luego se olvidan, sino por otros hechos colaterales

que se van disparando conforme se acerca la cita con las urnas, y que como los mandamientos, se podrían resumir en dos: las inauguraciones y las protestas de los empleados públicos.

Las primeras, llevan ya semanas prodigándose por toda la isla, hasta el punto de que no sería de extrañar que algún político se cuele en una vivienda particular para inaugurar las reformas de la cocina o el nuevo murito que adorna un jardín. Las segundas, las protestas laborales de los funcionarios, van multiplicándose conforme se acerca el 27 de mayo.

Sin duda, en este caso no se pueden meter todas las reivindicaciones en el mismo saco, porque unas tienen más argumentos que otras, pero lo cierto es que parece que los conflictos en letargo se han ido despertando de golpe. Y a enfrentamientos interminables como el de los Centros Turísticos hay que sumar otros como el de los policías locales de Arrecife, los bomberos, los profesores del Conservatorio de Música, las quejas de los trabajadores del Hospital Insular, la huelga anunciada por los docentes en toda Canarias y hasta un paro de los que prestan el servicio de ambulancias y que, por suerte, al menos en este caso, no tendrá repercusión en Lanzarote.

Y puede que muchos de estos trabajadores sí tengan razón en sus demandas, pero lo cierto es que sacando sus armas ahora, dejan en inferioridad de condiciones al resto de los ciudadanos, que no trabajan para las instituciones y no disponen de ese gran elemento de presión en el que se convierten las elecciones. Porque obviamente, anunciar una huelga o convocar una manifestación en estas fechas pone en jaque a cualquier grupo de gobierno. Y ahí, precisamente, radica el otro gran problema.

Cuando falta poco más de un mes para que termine la legislatura, ninguna institución debería poder asumir compromisos de calado, porque nada garantiza que vayan a ser ellos los encargados de cumplirlos? o de incumplirlos. Los mandatos, salvo que los ciudadanos digan lo contrario, duran lo que duran, y no se puede pretender hacer el último día lo que no se ha hecho en los cuatro años anteriores. Porque las prisas, la presión e incluso ciertos "chantajes" llevan a cometer errores que luego pagarán no sólo el siguiente gobierno, sino todos los ciudadanos.

El mejor ejemplo de ello es el de los Centros Turísticos, donde sus trabajadores han alcanzado semejantes condiciones laborales que a la hora de negociar un nuevo convenio, ya nada es suficiente. Y una vez más, sus representantes sindicales vuelven a tomar las armas cuando saben que más duele. Ya lo vienen haciendo desde hace semanas pero en vista de que el consejero del área, Pedro San Ginés, ha decidido aguantar el pulso y hasta asegura que la negativa de los trabajadores a realizar horas extraordinarias está resultando rentable económicamente, ya que sale más barato contratar servicios externos que pagar horas extra a los empleados de plantilla, el Comité de Empresa ha dado un paso más y ya ha acordado pasar a una huelga completa.

Y mientras tanto, quizá otras demandas, como la de los bomberos que denuncian trabajar bajo mínimos, sin personal ni medios materiales suficientes; o la de los trabajadores del Hospital Insular, cuyas condiciones distan mucho de ser dignas para un centro sanitario; o las de los profesores del Conservatorio, que realmente sí llevan años esperando que entre en vigor un convenio laboral que se negoció hace años pero que después quedó en papel mojado, se diluyen en medio del ruido.

Y quizá en algunos casos hasta se podría entender que usen todos los medios a su alcance para conseguir cambiar situaciones insostenibles, cuando se les ha venido ignorando durante toda la legislatura, en la que por cierto todos los partidos, a excepción de Alternativa Ciudadana, han pasado por el grupo de gobierno. Pero no deja de ser una situación poco deseable para el resto de los ciudadanos, porque las negociaciones tienen que ser ante todo justas, ya que de lo que se está hablando es del dinero de todos. E igual que no se puede consentir que los empleados no tengan unas condiciones de trabajo dignas o unos salarios adecuados, tampoco se pueden intentar acallar determinadas protestas cargando a las instituciones con más convenios colectivos que suponen una inmensa losa para las arcas públicas.

Por eso, mientras la campaña electoral inunda el ambiente, mientras los políticos usan sus armas a golpe de inauguración, y los trabajadores las suyas en forma de protestas y huelgas, el único consuelo que queda es el de que al final, aunque sea un día, las armas volverán a manos de todos los ciudadanos, cuando el 27 de mayo puedan juzgar quién tenía razón y quién no. Hasta entonces, habrá que seguir presenciando la traca final de la legislatura en la que todos, y especialmente los partidos políticos, llenarán el ambiente de pólvora, ruido y fuertes cargas de munición.

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