Artículo publicado en La Provincia el viernes 19 de abril de 2019
Hay críticos de arte que en Canarias han desarrollado buena parte de su obra en las cocinas del poder político e institucional. Siempre han estado ahí. Pertenecen al paisaje. En este entorno se halla el perfil de Fernando Castro Borrego.
Algunos reveses le han llegado en estos últimos años a Fernando Castro: la cancelación de una exposición que había producido el Gobierno Canario (Poesía y pintura?), la retirada de la confianza en la dirección de la Biblioteca de Artistas Canarios, la negación del Parlamento a publicar un libro suyo (según su propia información) y, también, su destitución como miembro del comité científico de la Fundación César Manrique (FCM). Es difícil para Fernando Castro adaptarse y, sobre todo, prescindir del resentimiento.
En estas semanas el crítico y catedrático de Historia del Arte de la Universidad de La Laguna (ULL) no ha podido soportar que la FCM no solo no cuente con él, sino que haya decidido como entidad independiente no colaborar con el Cabildo de Lanzarote en el centenario de César Manrique. Los dirigentes de la Fundación consideraron que para cualquier colaboración tendría que haber consenso entre todas las fuerzas políticas, y no lo hubo.
En diversos medios Fernando Castro ha arremetido contra la FCM. Sabemos que le queda poca credibilidad a un crítico de arte y profesor universitario que siempre ha estado a la sombra del poder. Pero es posible que alguien llegue a creer sus maquilladas verdades. Pongo dos ejemplos de lo que va contando sin el menor pudor intelectual. Fernando Castro señala que la FCM no defiende una parte esencial de la actividad creadora del artista, su pintura. Las ediciones de la FCM desmienten esto de inmediato: César Manrique. Nueva York, César Manrique. Pintura, César Manrique, 1950-1957. La FCM ha contado en sus publicaciones con numerosos especialistas en arte, desde Lázaro Santana a Eugenio Carmona, incluido Fernando Castro. Fui testigo en 2005, además, del esfuerzo y el apoyo que dio la FCM a la primera gran exposición nacional de la pintura de César Manrique, en el Instituto Valenciano de Arte Moderno.
El siguiente ejemplo es más sofisticado, pero no menos falso. Fernando Castro hace una comparación con conclusiones evidentes para él. La plantea en tono erudito. Imaginemos, sugiere, que el cubista Fernand Léger, que era comunista, hubiera creado una fundación. Sería inimaginable que su fundación fuera dirigida por fascistas. "A la inversa es lo que ha ocurrido aquí", destaca. Y no se sonroja. Quien lo escucha debe entender que Manrique era fascista, porque construyó su obra bajo el franquismo y con apoyos institucionales del orden franquista, y también que la dirección de la FCM, en sentido inverso, resulta ser comunista. Fabrica el horizonte conceptual y lo despliega con convencimiento. Da por hecho, aunque sepa que no es verdad, que el carácter "apolítico" de Manrique puede desplazarse hacia el fascismo para ajustar su premisa y que, entonces, para seguir con un paralelismo sin mácula, los dirigentes de la FCM pertenecen a la ideología de extrema izquierda. El artista canario sería entonces exactamente el reverso de Léger; y la dirección de la FCM, el reverso de los fascistas. Así pinta Fernando Castro a los que se han enfrentado con el poder institucional (desde la época de Dimas Martín) y con políticos de diferente pelaje ideológico en Lanzarote, en Canarias y en lugares ajenos a las islas.
Pero la suposición crece desde el comienzo sobre bases poco sólidas. No cabe imaginar una Fundación Fernand Léger dirigida por comunistas. Castro supone lo que sabe que cae por su peso: los comunistas nunca permitirían que un centro de tales características fuera dirigido por fascistas, pero persiste en apuntar hacia horizontes que el lector/espectador debe responder según la pura lógica: ¿cómo es posible que se dé en la FCM una situación, que es el reverso de la fundación de un comunista, con un artista fascista y con una dirección izquierdista? En su afán de establecer la trama argumental de su fantasía esconde cosas que, creo, conoce bien: Léger participó con independencia en La Querelle du réalisme desarrollada en el entorno de la Association des écrivains et artistes révolutionnaires (AEAR, Asociación de escritores y artistas revolucionarios) en los años 1935-1936, y en este espacio socialista y revolucionario estaba lejos de las posiciones oficiales del comunismo y el estalinismo. Léger tenía entonces más de cincuenta años. Solo cuando regresa a Francia después del exilio americano, concluida la Segunda Guerra Mundial, esto es, a finales de 1945, ingresa en el Partido Comunista. Era ya un sexagenario. Las circunstancias tras el exilio en EEUU y la inmediata posguerra, la evolución ideológica de Léger, ¿qué tienen que ver con la actitud política y la evolución ideológica de César Manrique? El paralelismo, como los fascistas que dirigen la irreal Fundación Fernand Léger, resulta una quimera inventada para confundir: después de 1945, el fascismo en Europa estaba derrotado. Por otro lado, cuando el artista muere, sus familiares más cercanos deciden construir el Musée Fernand Léger para preservar su legado, obviamente según sus criterios. Los herederos de la FCM, creada pocos meses antes de la muerte de Manrique, hacen exactamente lo mismo: preservar el legado. Y la FCM lo hace en los diversos campos que ocuparon la actividad de nuestro artista, por mucho que Castro se empecine en señalar lo contrario.
Bajo la respetable apariencia de catedrático de universidad se pueden tramar argumentos que alegran los semblantes del poder o que pueden entretener a alumnos poco avisados, pero esto tiene escaso recorrido. También lo sé por mi experiencia como catedrático de Literatura Española en la ULL. Lo que me asombra es que el resentimiento con la FCM quiera convertirlo en un ejercicio de denuncia y de libertad crítica, de atrevimiento ante lo que muy pocos se atreven a denunciar. Que se colabore con una u otra institución, pública o privada, con el Cabildo o con la Fundación, no quiere decir que se inventen quimeras para desacreditar a los contrarios, ni que se inventen fábulas para ajustar cuentas personales.
La FCM está lejos de esa extrema izquierda que presume el profesor de la ULL. Si no fuera así, siguiendo su lógica, ¿por qué Fernando Castro ha pasado un cuarto de siglo como miembro del comité científico? Y si César Manrique como "apolítico" no estaba lejos del fascismo, según su didáctica invención, ¿qué lo ha llevado a permanecer en ella durante tanto tiempo? El prestigio nacional e internacional de esta institución no se ha ganado con sectarismos y sumisiones ante el poder, sino con independencia, algo que conoce bien nuestro resentido profesor.
La FCM no depende de subvenciones ni de dineros institucionales y, por tanto, puede decidir no participar en los intereses políticos que rigen el Cabildo de Lanzarote, el Gobierno de Canarias o cualquier otra institución pública. En la proyección de la obra del artista y la celebración del centenario, la FCM ha decidido colaborar con la comisaria Katrin Steffen y el Centro Atlántico de Arte Moderno, con la Universidad de La Laguna, con el Instituto Cervantes, con numerosas empresas de difícil encaje izquierdista (Cabrera Medina, Binter, Canary Fly, Fred Olsen, Naviera Armas, Hiperdino, Renault Juan Toledo, Grupo Spínola?) y con diversos críticos, intelectuales y artistas nacionales e internacionales. Puede hacerlo. La Fundación es independiente. A estas alturas, ¿Fernando Castro Borrego se quiere sacar de la chistera el miedo atávico del franquismo? La mentira de un despechado siempre queda a la vista y, también, los argumentos "maquillados" con lógica de erudito.
Por Nilo Palenzuela